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Araucanía: un problema dentro de otro


por Joaquín García Huidobro
Diario El Mercurio, Domingo 29 de Julio de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/07/29/araucania-un-problema-dentro-d.asp

Joaquin-Garcia-Huidobro.jpgQuemar una casa el día 2; una casa y un galpón el 5; un campamento el 6; tres máquinas el 17; dos casas y una escuela el 19; dos vehículos el 21; balear una vivienda el 22; incendiar una casa y maquinaria, y ocupar dos empresas el 23, y quemar 3 camiones el 24. Los activistas de la IX Región han tenido un mes de julio atareado.
El problema de La Araucanía no consiste sólo en tomas e incendios, balazos y destrucción. Como en las matrioskas, esas muñecas rusas que van una dentro de otra, aquí los problemas se suceden, y cada uno lleva al siguiente. Veamos algunos ejemplos.
Problema 1: no existen "las" reivindicaciones mapuches, sino numerosos grupos, con objetivos y reclamos muy variados. Por tradición, los mapuches son muy autónomos y carecen de organizaciones centralizadas. La CAM, en ese sentido, es ajena al estilo mapuche de convivencia.
Cuando uno examina los documentos de los grupos radicales, constata que, aunque reivindican una identidad propia, lo hacen con un lenguaje europeo, con categorías como "materialismo histórico", "dialéctica", "hegemonía", etc., que son absolutamente ajenas a su idiosincrasia.
Los grupos radicales están doblemente occidentalizados: por su modo de organizarse y actuar, y por la filosofía europea que los acompaña. Su base no es rural y popular, sino universitaria y burguesa.
Problema 2: la gran mayoría de los mapuches carece de todo protagonismo a la hora de decidir su futuro ni es considerada por los medios. ¿Cuántos son los encapuchados, en el conjunto de la población de esa etnia? Poquísimos.
La casi totalidad del pueblo mapuche quiere vivir en paz. Ellos saben que el Derecho es la garantía de los débiles. Pero ese talante pacífico nos ha llevado a pensar, erróneamente, que sus reivindicaciones no son urgentes.
En 1998-9, el entonces ministro de Mideplan Germán Quintana llevó a cabo un diálogo directo con las comunidades mapuches, para conocer sus verdaderas pretensiones. Eran demandas muy razonables. Lamentablemente, ese esfuerzo no fue seguido por una política consistente, que perdurara más allá de los cambios ministeriales. A falta de una carta de navegación, hoy cualquiera se arroga la representatividad mapuche y hace las reivindicaciones que se le ocurren.
Problema 3: en el esquema actual, si se les entregan tierras parece que se premia la violencia; si no se les entregan, entonces ella se mantendrá. No resulta fácil salir de este círculo vicioso, pero ¿podemos desconocer que una cultura necesita una tierra en la que desplegarse?
Problema 4: el Estado de Chile ha enfrentado este tema, desde siempre, como un asunto propio del Ministerio del Interior. Se arregla con querellas, Ley de Seguridad Interior, y órdenes al resto de los ministerios para que tranquilicen las cosas. Cuando esta vía no funciona, la culpa es de la policía o de los jueces.
Problema 5: la mirada a la cuestión mapuche es siempre externa y, en el fondo, arrogante. Algunos dicen: "sean ustedes como nosotros, inscríbanse en nuestros partidos, compren y vendan sus tierras libremente, adopten nuestros malls ". Es la tesis de la asimilación. Pero como esa mezcla de democracia liberal, capitalismo y tecnociencia no les viene demasiado bien, muchos mapuches se sienten incómodos en este esquema y quedan reducidos a ciudadanos de segunda.
Otros huincas, en cambio, con la misma mirada autosuficiente, pretenden conservarlos como un simpático producto exótico: "tengan su propiedad tradicional, su medicina tradicional, su vivienda tradicional" (cosas todas que nosotros abandonamos hace tiempo). Que eso signifique analfabetismo, desnutrición o muerte prematura, no les importa demasiado con tal de tener a los pueblos originarios como en conserva ("very typical"), al servicio de sus gustos antropológicos.
Los problemas señalados no fueron creados ni por este Gobierno ni por el anterior. Se remontan, al menos, a la llamada "Pacificación de La Araucanía" (que de pacífica no tuvo nada). Ellos tienen que ver con un modo determinado de concebir la política y de entender qué significa ser chileno. Son temas difíciles, pero vale la pena que nos ocupemos de ellos. Al menos son bastante más importantes que discutir acerca de qué consume un determinado senador cuando está aburrido.

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