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(2 Reyes 4, 42-44) "Todos comieron, y sobró, conforme a la palabra del Señor"



PADRE RAÚL FERES Padre de Schoenstatt 

Diario El Mercurio, domingo 29 de julio de 2012


El episodio de la multiplicación de los panes manifiesta claramente cómo es el corazón de Cristo, que se compadece de la multitud que lo sigue y no le basta con anunciarle la Palabra, sino también acercarse a sus necesidades concretas del momento. Interroga a sus apóstoles y los invita a dar una respuesta a esta situación, respuesta que Él conocía de antemano, pero quiso poner a prueba su disponibilidad. En la versión de otro evangelista, aparecen ellos como desentendiéndose del problema y diciendo que la gente se vaya a su casa.

Pero Jesús quiere la colaboración de los suyos, la que llega por la generosidad de un niño con sus cinco panes y dos peces.

Él da gracias y distribuye los panes y los peces a una cantidad de cinco mil hombres, sobrando 12 canastos.

Es un milagro extraordinario de la misericordia del Señor. Aquí no hay sugestión ni pura imaginación: la satisfacción del hambre es algo real, que tiene un anticipo en el profeta Eliseo (primera lectura).
El pan, como alimento diario, es indispensable, y muy apreciado por nuestro pueblo. Lo pedimos en el Padre Nuestro: "danos hoy nuestro pan de cada día". Allí incluimos los demás alimentos, que sacian nuestra hambre física. Recordamos a esas miles de personas que padecen hambre en el mundo y el desafío de poder ayudarlos. A veces basta un poco de generosidad como la de este niño en las personas y en los pueblos.

Ahora que comenzamos el mes de agosto, mes de la solidaridad, se vuelve nuestra mirada a San Alberto Hurtado, un campeón de la caridad y del servicio a los hermanos.

Él nos recuerda la necesidad de compartir, animados por la fuerza del pan eucarístico, simbolizado en este milagro. Es el pan de la unidad, que sacia nuestra hambre de amor y felicidad. Un solo pan repartido en los alteres del mundo y destinado a fortalecer nuestro caminar por la vida hacia la casa del Padre.

Agradezcamos a Jesús que se haya quedado entre nosotros como pan de vida y que nuestra fe se fortalezca en el encuentro y diálogo permanente con Él.

A la Virgen María, unida íntimamente a la persona de Cristo, le pedimos nos ayude a comprender vitalmente lo que significa el sacramento de la Eucaristía, fuente y culminación de la vida cristiana.

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