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Campamentos astronómicos en el observatorio Mamalluca, en el Valle de Elqui, de la Región de Coquimbo:


Jóvenes duermen y aprenden bajo las estrellas
Estudiantes se sumergen en la astronomía, en el uso de sofisticados telescopios y en el "mapeo" del cielo, para fomentar el turismo astronómico.  

por Matías Rovano Bustos
Diario El Mercurio, lunes 30 de julio de 2012

Bajo una oscuridad casi total, el cielo estrellado parece "aplastar" la tierra sobre el observatorio Mamalluca, en la Región de Coquimbo. De pronto, la luz de un láser se dirige hacia el infinito y Christopher Guajardo, guía del lugar, le pregunta a un grupo de jóvenes si una de las estrellas que está apuntando con ese láser está "viva" o no.

"A la distancia que están, no se puede saber", contesta rápido Yerko Rivera (17), estudiante del liceo Carlos Mondaca de Vicuña. Y agrega: "A no ser que se vea una fuerte luz que hizo una Supernova y desapareció".
Una respuesta compleja para muchos. Pero no tanto para él ni para otros 24 jóvenes del Valle de Elqui y La Serena, gracias a lo aprendido en este observatorio turístico que opera desde 2006.

Todos ellos participan de los primeros "campamentos astronómicos", una experiencia de tres noches para jóvenes de 14 a 18 años. Durante ese período, duermen en las instalaciones del observatorio y conocen los diversos aspectos de la astronomía. Y aunque por ahora sólo está orientado a jóvenes de la zona -para potenciar sus habilidades en el turismo-, en el futuro podría ampliarse a otros estudiantes de otras áreas.
"Queremos formar la conciencia del desarrollo del turismo astronómico y de la astronomía en general, para desarrollar un capital humano que permita alimentar al observatorio de personas que puedan participar de este trabajo. Y deben ser los habitantes de la comuna quienes asuman ese desafío", explica David Orellana, director de Mamalluca.

La idea es que la comunidad aprenda sobre el patrimonio que posee: uno de los cielos más prístinos del planeta. "He visto a turistas franceses arrodillarse y llorar al ver así las estrellas. Hay una frase que lo resume: 'Europa mató el cielo'", dice el guía Miguel Carvajal.

El curso es intensivo, con clases hasta las tres de la mañana. Los jóvenes comparten con los ocho expertos que realizan los tours de visitantes, aprenden a conocer y a utilizar el sofisticado instrumental -como los 12 telescopios de 16"- e, incluso, practican astrofotografía. Los "iniciados" de este invierno volverán en septiembre y en verano. "Para aprender a mirar el cielo deben pasar doce meses, pues, por la rotación de la Tierra, se ven sólo algunos 'pedazos' del cielo", afirma David Orellana.

Ciencia y tradición

Por ahora, enfrentaron pruebas como ubicar la Cruz del Sur, la estrella Antares o la Vía Láctea. Tuvieron que fabricar una carta del cielo para usarla con los telescopios y, al cabo de un rato, ya sabían "medir" el espacio y determinar dónde está el eje de la Tierra. Y se sumergieron en materias tan profundas como la materia oscura, sistemas binarios y agujeros negros.

"Esto me motiva mucho más a aprender. De hecho, cuando llegue a mi casa voy a seguir buscando mucha más información por internet", dice Daniel Bustamante (15). Pero no todo en el campamento es ciencia. Luego de las clases, el grupo termina la jornada junto a una fogata que permite capear un poco el frío del Valle de Elqui en esta época del año.

Allí aprenden de la cosmovisión que los pueblos precolombinos tenían del espacio y escuchan de sus guías historias y leyendas quechuas. "Queremos que sientan que la astronomía no es ajena, sino propia, y que ellos, pese a que no sepan astrofísica, son herederos de esta carga cultural", dice Orellana, quien es arqueoastrónomo.
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CAPITAL HUMANO
La idea es que algunos de estos jóvenes se conviertan en el futuro en guías astronómicos.

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