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La melancolía que produce la vejez está atemperada por la constancia de los afectos que el tiempo no consumió...‏



Francisco Mouat
Brindis

por Francisco Mouat
Diario El Mercurio, Sábado 28 de Julio de 2012
http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/2012/07/28/brindis.asp

Francisco-Mouat-nueva.gifHoy me levanté a las seis y media de la mañana. Aún no amanecía. Me vestí a tientas intentando hacer el menor ruido posible. Se escuchaba fuerte el sonido del mar de Maitencillo. Mi hija menor, Agustina, sintió mis movimientos, abrió un momento los ojos y me dijo: "Papá, que tengas un buen trabajo".
Se refería a esto: a que yo vendría hasta el living-comedor de la cabaña, correría las cortinas, encendería la luz de la mesa grande y me sentaría a escribir hasta mucho después del amanecer. Ella no sabe, mientras duerme, que sus palabras fueron el mejor modo de ponerme de pie.
Me gustaría hablarles del escritor italiano Erri de Luca. Dos meses atrás no sabía quién era. Un amigo me introdujo en él, y ahora puedo decir que lo he leído muy poco, pero me gusta bastante. El capítulo final de su libro El peso de la mariposa es una joyita en la que narra los sucesivos viajes que hizo al cerro en verano para saludar a un viejo árbol solitario: "Existen en la montaña árboles héroes, plantados sobre el vacío, medallas en el pecho de los despeñaderos. Subo cada verano a visitar uno de ellos. Antes de marcharme, monto a caballo en su brazo sobre el vacío. Lo abrazo y le doy las gracias por durar".
Mi amigo fanático de Erri de Luca hace poco fue a ver un espectáculo de danza poética del Ballet Nacional Chileno inspirado en textos del italiano. En uno de ellos De Luca se refiere al brindis que un siglo atrás hizo la poeta rusa Anna Akhmatova una noche de Año Nuevo. "Brindo por la tierra de los llanos de los cuales hemos nacido y a los cuales todos volveremos. Brindo por las poesías en donde todos nosotros vivimos. Brindo por quien no está aquí con nosotros". Quiso Erri de Luca hacer su propio brindis de Año Nuevo, que resultó más o menos así: "Brindo por quien está de turno, en un tren, hospital, cocina, hotel, radio, fundición. Brindo por quien pasa esta noche sin ser saludado por nadie. Brindo por la próxima luna, por la niña embarazada. Por quien hace una promesa, por quien la ha mantenido. Por quien llora en el cine, por quien protege los bosques, por quien apaga un incendio, por quien ha perdido todo y vuelve a empezar. Por el abstemio que se esfuerza en compartir este momento, por quien no es nadie para la persona amada, por quien sufre las bromas y un día será héroe, por quien olvida el delito, por quien sonríe en una fotografía. Por quien va a pie, por quien sabe ir descalzo, por quien da un paso adelante y deshace la línea. Brindo por quien tiene derecho a un brindis esta noche y aún no encuentra el suyo".
Brindo por mi hija Agustina esta mañana de vacaciones de invierno, porque su sueño la lleve a territorios mágicos y la despierte con una sonrisa dibujada. Brindo por los amigos a los que sé que quiero y no encuentro la manera de hacer chocar nuestras copas de vino. Brindo por el privilegio de ver el mar en movimiento desde esta ventana. Brindo por el alimento que nos echamos a la boca cada día, brindo por el humor con que mis hijos suelen sacarme del silencio que muchas veces me ocupa, brindo por mi madre y por mi padre que en este mismo momento, sospecho, desayunan en cama. Brindo por esos desayunos que mi madre me llevaba a la cama cuando aún vivíamos juntos. Brindo por la poesía bien escrita y felizmente inspirada en las grietas propias de la condición humana. Brindo por el libro que leo y corrijo en estos días, para que pronto salga a la calle a buscar sus lectores. Brindo por esa mujer que necesita ser amada, y por ese hombre que no sabe cómo hacerlo. Brindo por la madera que respira en esta cabaña, por la leña que nos abriga, por las pinturas que cuelgan de sus muros, por los pájaros que revolotean en los árboles cercanos. Brindo por las sonatas para piano de Schubert interpretadas por Alfred Brendel que el otro día escuché por primera vez y me acompañarán todo el tiempo que sea necesario. Brindo porque esta mañana volví a leer esa frase maravillosa de Norberto Bobbio en De senectute con la que quisiera vivir mi propia vejez, si tengo el privilegio: "La melancolía que produce la vejez está atemperada por la constancia de los afectos que el tiempo no consumió".

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