Columna La Recta Provincia
El Tuntakamón Chileno
por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias, jueves 26 de Julio de 2012
Recién
el 25 de mayo pasado
las autoridades
del Museo de Anatomía
de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Chile
recibieron, de sus pares
del Museo Nacional de Historia Natural,
el apergaminado, barbado y oscuro
cuerpo mítico Carlos Martel,
a quien vimos muchas veces,
no sin un escalofrío,
expuesto en una absurda
y polvorienta vitrina
sin sentido alguno
en la Quinta Normal.
Se supone que Martel
habría sido un estudiante de medicina,
a quien sus compañeros momificaron
hace algo más de ochenta años.
Llegado a Chile luego
de la Primera Guerra Mundial,
en la que habría combatido,
se instaló nuestro héroe
con camas y petacas
en el barrio Independencia,
cerca de la Facultad de Medicina,
para entregarse levemente
a una vida licenciosa.
Se dice que sus amigos
lo encontraron un mal día
muerto en una mesa de disección
de su propia escuela.
Al no contar con familiares conocidos,
y ante la inminencia de la fosa común
del Cementerio General, sus alegres
camaradas resolvieron convertirlo
en nuestro Tutankamón criollo.
Por aquí el mito y la realidad
se confunden alegremente,
ya que consta que al difunto
le instalaron una roldana
en un brazo para que pudiera
seguir empinando el codo
más allá de la muerte.
Su grupo de amigos,
autodenominado La Sífilis,
eran, como no es difícil de imaginar,
unos muchachos algo desaprensivos
y buenos para las francachelas a muerte
tan propias de principio del siglo veinte.
Las parrandas se sucedían una tras otra
y el momificado Martel, al parecer,
siempre era el último en abandonar la juerga.
Incluso hemos escuchado
que lo llevaban seguido
a Valparaíso en tren,
panorama clásico
en los locos comienzos de siglo.
Cuando ya los últimos
y chispeantes amigos
comenzaron a dejar este mundo,
uno de ellos, que se dice
lo guardaba en su fundo,
lo legó a Humberto Fuenzalida,
director del museo,
quien creyó a pie juntillas
que se trataba de una
curiosidad precolombina.
Al caer en cuenta de que,
en realidad, había dado
alojamiento a algo que apenas
se trataba de un cuerpo insepulto
y sin certificado de defunción,
determinó arrinconar a Martel
junto a la momia del cerro El Plomo,
desde donde pasó luego
a Zoología para convivir
con unas apolilladas
tortugas de las Galápagos.
Ahora es seguro
que le endulzarán la historia un poco,
a raíz de su nuevo cambio de domicilio,
pero lo que se sabe de él
es lo que hemos narrado,
tal cual lo cuenta el doctor
Raúl Etcheberry en su libro
Huella y presencia
de la Facultad de Medicina.
De su identidad real nada se sabe,
toda huella se ha perdido.
Pero el 25 de mayo de 2012
este Señor de Sipán
de la bohemia estudiantil chilena
ha encontrado alojamiento
en un lugar algo más ad hoc para él.
E incluso se comenta que,
como se lo tenía bien merecido,
al llegar a su nuevo domicilio
se alzaron varias copas
para brindar adecuadamente
por este curioso personaje
y su extraña historia.
Nunca olvidaremos
el absurdo letrero que,
entremedio de toda laya
de bichos raros,
lo identificaba simplemente
como "homo sapiens".
Salud, homo sapiens,
por tu regreso al barrio.
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