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Marilyn Monroe, última toma



Entre 1960 y 1962, el fotógrafo Lawrence Schiller le siguió los pasos a Marilyn Monroe y retrató su crepúsculo. Están ahí su película inconclusa y su último cumpleaños. Estuvo con ella un día antes de su muerte, el 5 de agosto. Ahora publica un libro y acá la recuerda.
por Rodrigo González
Diario La Tercera, domingo 29 de julio de 2012

Lawrence Schiller, el fotógrafo que acompañó a Marilyn Monroe en sus últimos dos años de vida, dice que la experiencia fue sólo un capítulo más en su existencia. Pero fue, en cualquier caso, uno de los más importantes. Equivalió a estar 24 meses con la estrella más famosa de todos los tiempos, dispuesta a ser fotografiada dentro y fuera de los rodajes. Con el tiempo, Schiller fue acumulando a personajes populares en su lista de colaboradores y amigos: el escritor Norman Mailer, de quien adaptó una de sus novelas a la televisión; el comediante Lenny Bruce, de quien coescribió una biografía, y la cantante y actriz Barbra Streisand, a la que le tomó algunas de sus mejores fotos a fines de los años 60.
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Haya sido un pasaje a la fama o una historia para contar a los nietos, la relación de Schiller con Marilyn Monroe le permitió ingresar en su vida y saber de confesiones urgentes, amargas, tristes. Schiller acaba de publicar un libro con esas experiencias y su título es preciso: Marilyn and me, una memoria en palabras e imágenes.
Próximo a editarse en español por editorial Taschen, el volumen también nutrió con varias de sus fotografías a la edición de junio de la revista Vanity Fair. Muchas de estas imágenes son inéditas y todas de Marilyn Monroe entre los 34 y los 36 años, desde el rodaje de Mi adorable pecadora con Yves Montand en 1960 hasta Something’s got to give, el filme interrumpido por su propia muerte a los 36 años en 1962. Para Schiller, esa época de Marilyn Monroe era ya un largo lamento.
“En sus últimos días, Marilyn ya había perdido la batalla contra sus propios demonios, pero no se daba cuenta”, explica Schiller. El ex fotógrafo de las revistas Look, Life y Time estuvo con la actriz apenas 24 horas antes de su deceso. “La encontraron muerta la mañana del 5 de agosto y yo la vi la mañana del 4 de agosto. Por alguna razón no entré a la casa y sólo estuvimos en el frontis. Ella estaba confundida, con la mente en otra parte, y yo buscaba mostrarle unas fotos que habíamos hecho para Playboy. Quería su aprobación para enviarlas. No me hizo caso, así es que me fui, contrariado. No era un buen momento para hablar de negocios. Al día siguiente murió por esa dosis de píldoras”, cuenta Schiller, quien comenzó a tomarle fotos a Monroe por encargo de la revista Look y terminó jugando el rol de confidente ocasional.
¿Conspiraciones? “No creo esas historias. Si ella no hubiera muerto esa noche, se habría convertido en una gran profesora de actuación. La única persona de la que le escuché hablar con admiración fue de Bette Davis, con la que actuó en La malvada. Siempre decía que le hubiera gustado ser como ella”, recuerda.
¿Relaciones con los Kennedy? “Nunca entré al dormitorio de Marilyn. Pero puedo decir una cosa: yo estaba ahí cuando llegaba el auto de Bobby Kennedy y su chofer. Años después me dijo que la relación entre ambos era de ‘amigos íntimos’”.
La llegada del libro de Schiller se produce cuando se cumplen los 50 años de su muerte, el 5 de agosto de 1962. La próxima semana, además, se estrena en Chile Mi semana con Marilyn, donde Michelle Williams interpreta a la actriz durante el rodaje de El príncipe y la corista(1957) en Gran Bretaña.
¿Qué hay de cierto en la rivalidad entre Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor?
No existía. Ella admiraba como actriz a Elizabeth Taylor. Lo que había era frustración, porque se consideraba mal pagada por los estudios 20th Century Fox. Eran los mismos de Elizabeth Taylor, a la que le daban un millón de dólares por Cleopatra y a Marilyn sólo 250 mil. Para ella, eso era injusto. También era injusto ser sólo la chica divertida, la mascota para gente como Frank Sinatra o Sammy Davis Jr., a los que sí les pagaban bien por lo que hacían. Una vez me dijo: “¿A cuántos Oscar crees que me han postulado?”. Yo me encogí de hombros. “¿Ves?”, me respondió. “A ninguno, no soy una persona reconocida por mi trabajo”.
¿Cómo era con usted?
Amable. Pero podía ser muy directa y dura a veces. Una vez le dije: “Ahora que te he hecho más famosa con estas fotos, tú debes hacerme famoso a mí”. Me miró y respondió: “No te creas más de lo que eres. Los fotógrafos como tú son fácilmente reemplazables”.
¿Notaba síntomas de inestabilidad emocional en ella?
Sí. Estaba siempre en tratamiento con su siquiatra y había estado internada poco tiempo antes en un hospital por lo mismo. Decía que temía tener un hijo que heredara alguna enfermedad mental, que estaba en los genes, que venía de su madre.
Este año no sólo apareció el libro de Lawrence Schiller y se publicaron algunas de sus fotografías en Vanity Fair. También se estrenó en varias partes del mundo la mencionada película Mi semana con Marilyn del británico Simon Curtis. Nominada a dos premios Oscar (Michelle Williams como la actriz y Kenneth Branagh en el rol de Laurence Olivier), la cinta describe sobre todo la relación real entre Marilyn Monroe y un joven asistente de dirección. Es un paseo además por el tenso rodaje de una película donde Olivier debió enfrentar los caprichos de la actriz.
Este año también se reeditó en español Blonde, la biografía novelada de la actriz escrita por Joyce Carol Oates en el 2000. Acaba de lanzarse en Estados Unidos también la exhaustiva biografía Marilyn: the passion and the paradox, de la historiadora feminista Lois Banner, quien afirmó a Los Angeles Times que la fascinación intelectual por la actriz empezó en 1973, cuando Norman Mailer publicó su particular volumen Marilyn: a biography. Aquel título contó con la colaboración estrecha de, justamente, Lawrence Schiller.
Al hablar de negocios, la actriz de La comezón del séptimo año aparece, según el ranking Forbes, como la tercera celebridad muerta que más dinero percibe tras Michael Jackson y Elvis Presley. Dior sacará este año una línea de perfumes Marilyn, otra empresa hará lo propio con trajes de baño y ropa interior, y hay planes para maquillajes y hasta cafés con el logo MM. Se trata, después de todo, de un negocio que puede ser redondo. Medio siglo atrás, ella misma fue, contra sus deseos, sólo un buen producto para los estudios de Hollywood.

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