Es la guitarra de Clapton
Felipe Rodríguez
Eric Clapton es dueño de un prontuario digno de un artista maldito: genio de la guitarra a los 20 años; obsesivo por la mujer de su mejor amigo; destrozado tras la muerte de su hijo pequeño al caer desde un edificio y cliente habitual de clínicas de rehabilitación por sus adicciones al alcohol y a las drogas.
Pero más allá de esos antecedentes, el inglés posee una cualidad esencial: ser uno de los guitarristas imprescindibles de los últimos 45 años. Esa facilidad para extraer belleza de las seis cuerdas quedó en evidencia anoche en un repleto Movistar Arena desde el arranque. Como si estuviera tocando en el living de su casa, el hombre de 66 años acaricia su instrumento con la tranquilidad de un artesano. Jamás se inquieta ni cae preso de la histeria. En su música no hay saltos al vacío ni sospechosos gestos de grandilocuencia. Todo fluye con la sobriedad del que seduce por su facilidad para retratar la historia de la música.
En ese conocimiento de sus facultades, Clapton lleva a su entregado auditorio por una clase magistral. Homenajea a su maestro Muddy Waters -"Hoochie Coochie Man"-, suelta caramelos de gusto masivo -"Layla"- y brinda un viaje express por el rock progresivo, el blues y la sicodelia con una pulcritud y fineza para aplaudir de pie.
Pese a sus años de circo, el británico no comete el error de caer en conservadurismos sonoros. El ex Cream siempre apuesta. Se deja llevar por el instinto e, intempestivamente, dibuja imaginativos solos que dejan con la boca abierta. Tanto, que muchas veces el público se concentra más en las pantallas -donde se exhiben las piruetas de sus dedos en su guitarra- que en su figura.
Ese protagonismo, sin embargo, no disminuye el poder de su equipo de reparto. Glorias como el baterista Steve Gadd y el tecladista Tim Carmon y dos coristas de voz cristalina y poderosa dejan la mesa servida para acrecentar su estelaridad. Quizás, Clapton no tiene mayores novedades que ofrecer. Pero su capacidad para teñir su música de sombras negras es un truco que pocos se pueden dar con ese nivel de pericia y calidad.
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