Más que su talento para la hilaridad, lo que le envidio es su sangre fría para lanzar sus bromas feroces a quemarropa, ahí, justo frente a su "víctima".
por Joe Black
Diario El Mercurio, domingo 16 de Octubre de 2011 http://diario.elmercurio.com/2011/10/16/reportajes/cuentan_que/noticias/AE32C350-B6FC-427A-A45E-DE88F4EADD5B.htm?id={AE32C350-B6FC-427A-A45E-DE88F4EADD5B}
Debo reconocer que respeto al Presidente Piñera. Soy así con todos mis competidores.
Nuestra rivalidad está situada mayoritariamente en el ámbito del humor. Y dentro de esta disciplina, en la sátira política.
A eso me he dedicado durante casi 10 años escribiendo esta columna. Eso, quizás, me convierte casi en un profesional del género. Practico remuneradamente esta actividad cada domingo. Como un futbolista.
El Presidente, en cambio, es un amateur. Y no lo digo peyorativamente. Todo lo contrario. Lo planteo con admiración, porque aunque este no es su giro principal, hay que admitir que lo hace bastante bien.
Más que su talento para la hilaridad, lo que le envidio es su sangre fría para lanzar sus bromas feroces a quemarropa, ahí, justo frente a su "víctima".
Creo que yo no me hubiese atrevido a decirle "loco" a Bielsa, como lo hizo el Presidente cuando visitó a la selección chilena antes de partir al Mundial.
Ni me hubiese arriesgado a decirle "te traje tus frazanas", al Zafrada, como hizo él en una visita a la zona del terremoto. Quizás me hubiese respondido algo así como "¿te creís el más sistochito?".
O imagínense el aplomo para decirle a Ollanta Humala, en su primera reunión formal, y en público, la siguiente frase: "Hemos concordado con el Presidente Ollanta que estamos en guerra... en guerra contra la pobreza". Supe que ese día hubo dos úlceras rotas en la Cancillería y un embajador con cólicos por tomar una sobredosis de Armonyl. Para peor, entre los testigos presenciales del "gag" no se vio ni siquiera una sonrisa. Es que la sátira es un género demasiado sofisticado.
Otra muestra de su humor negro extraordinario fue cuando vinieron los 33 mineros rescatados a Santiago. Se organizó (no sé por qué esa actividad y no otra) una pichanga entre ellos y funcionarios de gobierno. Poco antes del puntapié inicial, el Presidente se despachó el siguiente chiste: "El que gana se queda con la Casa de Moneda, el que pierde, vuelve a la mina". Aunque a los 33 y a las otras 300 personas que estaban ahí en ese minuto un escalofrío les recorrió el cuerpo, yo celebré la ocurrencia. Desatinada o no, es una broma técnicamente perfecta.
Y esta semana, Piñera culminó su obra maestra en lo que se refiere al humor político. El blanco fue, desde luego, Joaquín Lavín. Porque tal como los pintores tienen una musa o un objeto predilecto, en el rubro humorístico uno también tiene a sus fetiches. Y el del Presidente es Lavín.
Una vez, cuando todavía era ministro de Educación, Lavín compareció a un acto en La Moneda, para el lanzamiento del programa GANE (una sigla también exquisitamente jocosa). A su lado estaba el Mandatario, quien tomó la palabra: "Este es el famoso Salón Montt-Varas: ahí está el Presidente Montt y ahí está su ministro que lo acompañó, y que quiso ser Presidente, pero no lo logró", dijo en alusión a Antonio Varas. Lavín esbozó una sonrisa. Nadie más movió un músculo. Bueno, es que el auditorio estaba compuesto casi exclusivamente por estudiantes, y como no van a clases, no han pasado la materia que se requiere para entender el chiste.
Pero vuelvo a lo de esta semana. El jueves, cuando Piñera promulgó la ley que crea el Ministerio de Desarrollo Social, ahora a cargo de Lavín, y le entregó a éste las llaves de su nueva oficina, ubicada en el Palacio Presidencial, dijo a vista y paciencia de todo el mundo, la frase que pasará a la historia: "Ministro, hasta que finalmente llegó a La Moneda".
Lavín, quien es una persona que entiende de humor político, lo tomó a bien. "El Presidente siempre me hace esa broma", dijo.
Para que vean, hay chistes del Mandatario que ya pasaron a ser un clásico.
Por eso lo envidio un poco.
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