Opinión: El placer de la precisión
La muerte en Venecia, Otra vuelta de tuerca y Matadero cinco son novelas que fueron escritas para convertirse en una aventura pasajera, pero inolvidable.
POR MATÍAS RIVAS - DIARIO LA TERCERA16/07/2010
Leemos en busca de compañía. Lo hacemos en soledad, para suspender el tiempo y entrar en sintonía con otros, y así sentirnos menos solos. Leer es, por lo mismo, una experiencia de alteridad, de doblez y de evasión. Salimos de donde estamos a través de las palabras para encontrarnos en otro estado, junto a otras personas o en medio de una historia que no es la nuestra. Esto sucede cuando nos imbuimos en una novela de ocasión o en una obra maestra. En ese sentido, cada uno debe leer lo que le plazca, ya que se trata en lo sustancial de vivir una experiencia, y no deberían haber imposiciones respecto de qué clase de sensaciones queremos tener.
Al elegir consideramos varios aspectos, desde los materiales, como la portada, el papel y su tamaño, hasta detalles como el porte de la letra, la cantidad de páginas y su peso. Algunos leemos las primeras líneas y algunas entre medio para captar el estilo del autor. Otros desechan ese ejercicio. Las recomendaciones pesan en este trance, así como el valor comercial y el tiempo que le vamos a destinar a su lectura.
Yo tiendo a los libros breves de prosa literaria. Por supuesto que no dejo de lado los mamotretos, las trilogías y los varios tomos de algunas obras, como tampoco los manuales y los documentos. Sin embargo, mis inclinaciones habituales son hacia las novelas de menos de 200 páginas, y los ensayos y escritos autobiográficos no demasiado largos.
Creo que el tiempo que tenemos para leer es reducido y que debemos aprovecharlo con intensidad. Si nos fijamos en libros que sean breves e insoslayables podemos descubrir una cantidad inmensa de textos, como Desayuno en Tiffany's de Truman Capote y Matadero cinco de Kurt Vonnegut, ejemplos evidentes de lo que entiendo por libros sucintos.
También están las novelas policiales, que en general son cortas. Hammet y Chandler tienen varias, lo mismo Simenon. O siempre es agradable devorar algunos de los volúmenes de Leonardo Sciascia, un perito en trabajar con precisión. Entre otras joyas de este siciliano, podría mencionar El consejo de Egipto, La desaparición de Majorana, El contexto y A cada cual, lo suyo.
Según Faulkner, escribir libros breves demanda una dificultad mayor. Cuando quedan mal se nota de inmediato. Exigen un rigor en los aspectos formales que la novela extensa no obliga. Los novelones son acompañantes de sus lectores por semanas. En cambio, la novelita se la juega en un par de horas. Quienes se arriesgan con estos libros saben que las frases tienen que estar redactadas de forma impecable, nada puede sobrar. Y la emoción debe entregarse de forma medida para causar los efectos anhelados. Podemos ver ese manejo de estas sutilezas en La muerte en Venecia de Thomas Mann, y en Otra vuelta de tuerca, Los papeles de Aspern y Daisy Miller de Henry James. En estos libros la brevedad es deliberada. Fueron escritos para que los gocemos como una aventura pasajera pero inolvidable. No piden una relación comprometida, sino unas horas de atención para penetrar en ellos.
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