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Por un mundo verde


por el Padre Hugo Tagle      Twitter: @hugotagle

Diario Financiero, Lunes 8 de octubre de 2012 


Si cada habitante del mundo consumiera tanto como usted y yo consumimos, necesitaríamos 3 planetas para satisfacer ese apetito. Cada uno cree que consume poco, pero al momento de contabilizar nuestro gasto en agua, energía y alimentos, por nombrar lo más básico, nos damos cuenta que la balanza sube de peso y el gasto también. En efecto, una medición modesta debe incluir lavado, ducha y alimentos; gastos comunitarios como energía, transporte, alumbrado y mantención de parques públicos. Saque calculadora y proyecte esa cifra a la cantidad de habitantes de nuestro pequeño mundo. Y verá que quedamos cortos. Así lo dicen los entendidos en ecológica humana. Hemos roto ya el punto de equilibrio que supone un consumo razonable de recursos. Si no cambiamos nuestros hábitos, el futuro se nos presentará color hormiga.



Desde un punto de vista global, se ha estimado en 1,8 ha la biocapacidad del planeta por cada habitante, o lo que es lo mismo, si tuviéramos que repartir el terreno productivo de la tierra en partes iguales, a cada uno le corresponderían 1,8 hectáreas para satisfacer todas sus necesidades durante un año. Al día de hoy, el consumo medio por habitante y año es de 2,2 hectáreas.

Pero calma. La situación aún no es tan trágica. Gente ingeniosa ya ha logrado quebrarle en algo la mano a este panorama y ha ampliado las tierras de cultivo. Lugares que eran hasta hace unos lustros un desierto, hoy son tierra fértil y nos dan de comer.

La escasez debe aguzar la creatividad y aumentar la conciencia por el cuidado de un entorno delicado y limitado. Ésta es la única tierra que tenemos. No existe una de repuesto. El exceso de bienes lleva al desdén ante ellos. Se valora más cuando ello es escaso. Dios padre y creador nos recuerda diariamente a través de su creación que ésta merece cuidado, respeto y una justa distribución. Nos ha dado lo suficiente para alimentar a toda la población mundial. Él confía en su creatura predilecta, el hombre, para hacer posible el milagro de esa integración de todos en la gran familia humana. Nadie sobra. Todos tienen derecho a usufructuar de un planeta que nos recuerda la bondad y cariño de Dios para con nosotros pero, a su vez, nuestra interdependencia. Nos necesitamos unos a otros para subsistir y la fragilidad de la naturaleza así nos lo recuerda. Dios se hizo hombre en Cristo. Mejor elogio a la creación no existe. Y el mejor agradecimiento a Dios por el regalo de la Creación es cuidarla.

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