Diario El Mercurio, Domingo 21 de Octubre de 2012
Muchas veces los comentaristas deportivos usan metáforas para describir diversos aspectos del fútbol. Una de mis favoritas es ésta: "Clavó la pelota en el rincón de las ánimas"; es decir, en un lugar del arco inalcanzable para el guardametas. También están los símiles guerreros. Por ejemplo: "Después del asedio a la fortaleza enemiga, el artillero de la 'U' disparó un cañonazo con el que fusiló al arquero. El resultado fue una masacre". Lo malo es que, a veces, pasamos de las meras metáforas a la cruda realidad. Es la violencia en los estadios; la repudiable guerra de los fanáticos. Sí, "fanáticos", en el peor sentido de la palabra. Y cuando uno cree que ya se ha llegado a un extremo, nos enteramos de que en 1970 hubo un conflicto bélico de verdad: la llamada "Guerra del Fútbol" entre Honduras y El Salvador, en el contexto de las eliminatorias de la Copa del Mundo, con el siguiente marcador: El Salvador, 700 bajas; Honduras, 1.200.
Muchos escritores son o han sido hinchas de este deporte. Albert Camus, que jugó como guardapalos en la Universidad de Argel, llegó a decir: "Lo que más sé sobre la moral y sobre las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol". ¿Exagerado? ¿Cosas del Club de Toby? No tanto. Habla la novelista Françoise Sagan: "El fútbol me recuerda viejos e intensos amores, porque en ningún otro lugar como en el estadio se puede querer u odiar tanto a alguien". Pero el balompié también tiene sus detractores literarios, algunos bastante virulentos. Jorge Luis Borges dispara este misil contra los ingleses, inventores del juego: "El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra". Varias décadas antes, Rudyard Kipling había dicho: "Desprecio a las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que juegan fútbol". Y Umberto Eco: "Yo no odio al fútbol, yo odio a los apasionados del fútbol". Gracias.
A pesar de estos fouls descalificadores, hace unos meses me saqué de la manga un poemita sobre el deporte rey. Se llama "Futbolistas desaparecidos". Es un homenaje a los artistas del balompié que ya no están en este mundo y cuyo legado trascendió las fronteras de sus respectivos países. Pero tuve una limitación: muchas de las figuras mayores, incluidos los llamados cuatro grandes: Pelé, Maradona, Di Stéfano y Johan Cruyff, no podían ser mencionados, porque están vivos. Lo mismo me ocurrió con las potenciales inclusiones chilenas. Y de pronto nos golpea la noticia: ha muerto Sergio Livingstone, legendario arquero de la Selección chilena. Sin vacilar, y a riesgo de ser calificado de patriotero, excluí uno de los nombres que ya estaban y lo reemplacé por el de nuestro querido "Sapito".
El fútbol ha sido tema de interesantes obras literarias. Tenemos el ya clásico libro de Eduardo Galeano El fútbol a sol y sombra , y una serie de cuentos, entre los que podríamos recordar "Puntero izquierdo", de Mario Benedetti, y "El penal más largo del mundo", de Osvaldo Soriano. Y en el género dramático, la obra en tres actos de Agustín Cuzzani, "El centroforward murió al amanecer". Por otra parte, el que prefiera una lectura con alargue, puede disfrutar de Fiebre en las graderías , el estupendo relato autobiográfico del novelista Nick Hornby, hincha del Arsenal de Londres. ¿Y la poesía? Bueno, también ha ingresado al campo de juego. Acaba de aparecer la antología Un balón envenenado. Poesía y fútbol de Luis García Montero y Jesús García Sánchez, con el sello de la editorial Visor de Madrid. "Este es uno de esos libros que meten un golazo", dice uno de los comentaristas. 62 poetas españoles e hispanoamericanos conforman el plantel. Entre los primeros, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis García Montero, Benjamín Prado y Luis Muñoz; entre los segundos, Nicanor Parra, Blanca Varela, Jorge Boccanera y Juan Manuel Roca. Jugadores e hinchas, fintas y goles, victorias y derrotas desfilan por sus páginas. También ese personaje que corre por toda la cancha, usa pantalón corto y zapatos con toperoles y moja la camiseta. ¿Un jugador más? Quizás en sueños, porque es el vapuleado señor árbitro. El pobre no se salva ni siquiera en los textos literarios. He aquí lo que escribe Eduardo Galeano sobre él, no sin ánimo revanchista: "Este es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera". Jean Paul Sartre dice que el fútbol es una metáfora de la vida. Debe ser, porque tarde o temprano, nos guste o no la redonda, terminaremos jugando los descuentos. Y no habrá tiempo suplementario.
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