Nadie que lea los Evangelios
sin un prejuicio muy fuerte
puede decir que eso es una fábula,
un cuento de hadas.
Cuando Cristo resucita,
los apóstoles estaban muertos
de miedo, y no creían
al testimonio de las mujeres.
Se presentan las debilidades
de los propios discípulos
y está lleno de detalles
que sólo pueden contar testigos…
Alguien que fabrica una historia,
por hábil que sea, no es capaz
de relatar cosas que sólo
son creíbles por esos detalles
que revelan la presencia
de lo real y verídico.
El propio Einstein reparaba
que nadie puede leer los Evangelios
sin sentir la presencia real de Jesús.
Su personalidad palpita en cada palabra.
Ningún mito está tan lleno de vida.
Jesús es demasiado grande para
poder ser sometido a los hábiles
traficantes de palabras e historias.
Hay una brecha insondable
entre bellas palabras
y la Palabra que se encarnó.
La fe no se funda en el miedo.
Cristo estuvo todo el tiempo diciendo:
no temáis… no tengáis miedo…
la Paz sea con vosotros.
En su Historia de la Filosofía,
don José Miguel Ibáñez Langlois:
Los discípulos de Platón estaban en la Academia,
los discípulos de Aristóteles estaban en el Liceo,
pero los discípulos de Jesús de Nazareth,
ah de Jesús el Cristo, esos están arriba de los árboles,
arremolinados por los caminos del mundo,
en todas las cruces, en todos los fuegos.
El Sermón de la Montaña
no es en absoluto filosofía,
pero qué sería de ti
-historia de la filosofía-
si en la cumbre de la montaña
no se hubiese posado el Logos
a soplarte al oído las conclusiones...
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