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Diálogo de sordos (¿continuará?)‏



Diálogo de sordos


 por Daniel Mansuy Huerta
Publicado en La Tercera, 18 de mayo del 2011
Tomarse en serio la cuestión de la matriz energética supone grados de consenso imposibles de obtener en el actual clima político.

La polémica por la construcción de represas en la Patagonia tiene todos los elementos para convertirse en una discusión estéril, como viene siendo un poco costumbre. Así, resulta más común ver a los contradictores reprochándose mutuamente sus salarios o sus fuentes de financiamiento que poniendo sobre la mesa argumentos con buena fe.

Yo mismo soy más bien contrario al proyecto, pero confieso que me cuesta reconocerme en los argumentos y en el tono de quienes se oponen. El verdadero diálogo supone una mínima disposición a escuchar y un esfuerzo por comprender al interlocutor, y estamos lejos de cumplir esas condiciones.

Es casi una majadería repetirlo, pero este episodio vuelve a revelar las enormes falencias que padece no sólo nuestro aparato público, sino también nuestro modelo de desarrollo. Por un lado, nuestra institucionalidad ambiental no es tal, lo que deja al gobierno en una cornisa difícil, pues esperamos de él actitudes contrarias. Por un lado, exigimos neutralidad, dado que los proyectos son votados por funcionarios de confianza, sin darnos cuenta que el funcionario obedece órdenes, sean éstas públicas o privadas. También queremos neutralidad, para conservar esa tierna ilusión según la cual en estas cuestiones priman los criterios técnicos. Y, al mismo tiempo, esperamos que el Poder Ejecutivo tenga una visión nítida respecto de nuestra matriz energética. Y aunque es cierto que la habilidad política no es precisamente el fuerte del ministro del Interior, es innegable que el gobierno iba a recibir críticas a todo evento; por hipocresía y pasividad si guardaba silencio, por intervencionismo si daba a conocer su opinión.

Pero la verdadera dificultad, creo, se debe a que nuestro modelo confía demasiado en los privados. El rol del Estado es lateral, incluso en cuestiones tan estratégicas y decisivas como la definición de nuestra matriz energética. Nuestro sistema supone que el mercado lo resuelve todo, pero este es incapaz de integrar en su lógica consideraciones ajenas a la lógica económica. El rol de las empresas no es preservar el medioambiente, ni planificar nuestro desarrollo de energía: ellas simplemente buscan maximizar su rentabilidad en un determinado contexto. Esa mirada es obviamente insuficiente cuando se trata de zanjar cuestiones que tocan múltiples resortes y dimensiones del alma nacional, pues es imposible ponerle precio a la Patagonia. Lo cierto es que aquí el interés público ha brillado por su ausencia, y sería injusto cargarle a este gobierno la responsabilidad exclusiva de aquello.

La complejidad del problema excluye cualquier salida rápida. Tomarse en serio la cuestión de nuestra matriz energética, y por ende de nuestro consumo, de nuestros hábitos y de  nuestro desarrollo, supone ciertos grados de consenso imposibles de obtener en el actual clima político, por no decir nada del social. Mientras la Concertación parece tener la obstrucción como único norte, el gobierno no ha podido ni  ha querido generar las condiciones de un diálogo fructífero, indispensable para los desafíos que enfrenta. 

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