El dueño del ritmo
por Felipe Rodríguez
Diario El Mercurio, sábado 8 de Octubre de 2011
En el interior del Movistar Arena, los hombres se muestran impacientes. Todos le preguntan al que tienen más cerca si saben el resultado de Chile en Buenos Aires. Cuando se enteran del desastre, la cara de resignación es total.
En el escenario, Vicente García, un dominicano apadrinado por Juan Luis Guerra, exhibe unas canciones románticas que sacan tibios aplausos. Tras su breve espectáculo, canciones de Coldplay y U2 bañadas por melodías centroamericanas funcionan como la mejor previa. La gente está con ánimo de fiesta: empiezan a hacer la ola y el ambiente se enciende.
Cuando aparece la estrella de la noche, el carnaval es total. Como pocos, el dominicano -que es uno de los primeros confirmados para Viña 2012- es un hombre que engancha desde el primer acorde. En Chile juega de local, y lo sabe. Insta al auditorio a que mueva las manos, los alienta al baile y se deja acariciar por gritos de admiración sincera.
Con una quincena de músicos afiladísimos, el centroamericano entrega lo que sus fanáticos quieren escuchar: emblemáticos títulos como "La bilirrubina", "Bachata rosa" y "El costo de la vida", funcionan como un muestrario del dominio de sus facultades. El artista y sus músicos trazan curvas por todo el imaginario musical de su país -merengue, baladas y cumbia- y brindan sonoridades magnéticas, de una repostería fina, con la que los espectadores se encariñan de forma inmediata.
Esos trucos musicales hechos para mover pies y cabeza son acrecentados por un valor que, en el escenario, Juan Luis Guerra explota en forma discreta: exhibir sus letras contingentes en una pantalla gigante. Como si quisiera demostrar que lo suyo no es sólo provocar con ritmos bailables, sino enfatizar que su música reflexiona sobre la realidad.
Si la idea de este show fue tantear el terreno para su próxima presentación en Viña, el dominicano puede dormir tranquilo. Tal como en cada una de sus visitas anteriores, su show fue un golazo. Juan Luis Guerra tiene pacto con el ritmo.
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