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Viaje de vuelta a la moderación‏



POR HÉCTOR SOTO  DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 31 DE AGOSTO DE 2013HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2013/08/31/HECTOR-SOTO/VIAJE-DE-VUELTA-A-LA-MODERACION/candidatas

Viaje de vuelta a la moderación

Vaya novedad: la encuesta CEP dice que Michelle Bachelettiene una robusta ventaja, de cara a la próxima elección presidencial. En menciones espontáneas, puesto que esta vez no pudo haber preguntas cerradas, la candidata de la Nueva Mayoría prácticamente triplica a Evelyn Matthei. Con Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi, la situación es como para marearse, puesto que a uno y otro les saca 11 vueltas.
Estas cifras son todo y son nada. Son todo porque efectivamente la de Bachelet es una candidatura asentada y poderosa; su campaña, que se planificó con tiempo, ha sido exitosa en neutralizar los dilemas que, eventualmente, pudieran dividir a su coalición política y ha podido dar cumplimiento prácticamente sin contratiempos a sus estrategias electorales. En el caso de Evelyn Matthei, el asunto es exactamente al revés. Está en la palestra desde hace muy poco tiempo, irrumpió en la arena presidencial por default y lo hizo cuando los conflictos que arrastraba con RN y en especial con Andrés Allamand, seguían al rojo vivo.
Tuvo que constituir un comando contra el tiempo, con lo que tuviera a mano y su libreto de campaña ha debido ser improvisado día a día. Por mucho que se piense que la derecha es mejor que la izquierda a la hora de organizar tareas y afrontar imprevistos, en los retos político-electorales hay una infinidad de materias en las cuales -tal como para cocinar la plateada- lo único que cuenta es el fuego lento. Las ollas a presión eventualmente pueden responder bien, pero la cátedra dice que los resultados son superiores cuando nadie está apurando la cocción.
Las cifras de la encuesta, por otra parte, son nada, porque efectivamente en este sondeo hay demasiadas distorsiones. ¿Qué sentido, qué validez puede tener la medición de una carrera cuando una de las candidatas está investida desde hace años y la otra ni siquiera había formalizado su postulación? ¿Hay alguien que crea seriamente que Matthei está capturando sólo el 12% de las intenciones de voto?
Sí, es cierto: la ventaja de Bachelet es muy amplia y ya estamos en la quemada. Quedan sólo dos meses y medio de campaña. Quizás la suerte ya está echada, pero ese plazo todavía deja espacio para novedades. Siempre es posible que alguien se arranque con los tarros. O que alguien cometa gruesos errores. La derecha apuesta a que Bachelet pueda desgastarse algo más que hasta ahora en el tramo final de la campaña. Es efectivo que algún apoyo ha perdido en las últimas semanas. Pero es poco y todo indica que la velocidad del desgaste haría necesario un lapso de tiempo muy superior al que va quedando para soñar con equilibrar las posiciones.
A estas alturas del partido, en las dos elecciones presidenciales anteriores, como se preocupó de recordarlo el CEP, el desenlace ya había sido anticipado. Así y todo, sin embargo, los candidatos más votados debieron ir a segunda vuelta. Es efectivo que en la actualidad la percepción de triunfo de Michelle Bachelet es superior que la que pudieron proyectar los ganadores en las dos elecciones presidenciales anteriores. Pero una cosa son las percepciones y otra las realidades. Por lo mismo, es preferible mantenerlas separadas.
Al día de hoy, según el CEP, a la pregunta de quién cree que será el o la próxima presidente, el 75% de los encuestados responde que Bachelet. Qué duda cabe que es una proporción altísima. Pero es sólo cuatro puntos porcentuales superior a la que tenía la propia Michelle Bachelet en agosto del 2005. En esa oportunidad debió medirse después a solas con Sebastián Piñera, al que derrotó por pocos puntos.
Verdades más de fondo
A pesar de estar dañada por la incertidumbre mientras se realizaba el trabajo de campo, esta encuesta sí entrega algunos datos reveladores y más profundos sobre el pulso anímico y político del país. Quizás sea este el primer estudio de opinión que permite sustentar con datos objetivos que lo ocurrido el 2011, el año en que vivimos en peligro, el año de los movimientos y las manifestaciones sociales, haya sido un desmadre o una fuga. Hay cierta evidencia en esta dirección y podría ser que las cosas estén volviendo a su lugar. Por ejemplo, a fines del 2011, casi el 30% de los encuestados llegó a creer que en Chile la democracia funcionaba mal o muy mal. Esa proporción cayó al 17% ahora. La fracción de los que piensan que el país está en decadencia bajó ahora al 8% después de haber llegado al 15. La confianza en el movimiento estudiantil descendió del 35 al 23%. Serán señales aisladas, de acuerdo. El conjunto, no obstante, pareciera describir un cambio que es importante.
Habría, sin embargo, también en otros datos de la encuesta un cierto piso para sostener que, a pesar de lo anterior, el péndulo de la política chilena está tendiendo a descansar un poco más a la izquierda que en el pasado. El cambio, en todo caso, ha sido bien gradual si se atiende al posicionamiento de las personas a la hora de situarse frente a opciones polarizadas. En temas de igualdad y brechas, la gente que apuesta al igualitarismo sigue siendo más o menos la misma de siempre (entre el 20 y el 23%), pero la proporción de los que piensan que el esfuerzo individual está primero, aún a costa de mayor desigualdad, ha estado cayendo sostenidamente en los últimos años, desde el 60 al 40%. Algo parecido ocurre cuando los encuestados son llevados a definirse respecto de si el sustento económico de las personas es responsabilidad del Estado o del esfuerzo individual. La mayoría, aunque en proporciones ya no tan contundentes como hace cinco años, cree que el asunto concierne a las personas. El 2008 así lo creía el 52% y ahora lo cree sólo el 44%. Pero curiosamente, la tasa de los más estatistas se ha mantenido donde mismo, en torno al 16%, después de haberse arrancado el año pasado al 20%.
Vamos bajando temperatura
Si todas estas evidencias están dando cuenta de algo es que la sociedad chilena sigue siendo muy moderada. Los vientos de radicalización que soplaron el 2011 sirvieron para recomponer la agenda de la política chilena y para alborotar la Alameda. Aparentemente, sin embargo, no tocaron las creencias enquistadas en capas geológicas más profundas de nuestro cuerpo social. Son muchos los observadores que venían intuyendo este regreso a la moderación y no es casualidad que el propio comando de Michelle Bachelet haya entregado en las últimas semanas diversos testimonios en esta dirección. Hay menos rupturismo, menos indignados y más apuesta a los consensos en su comando. En los márgenes todavía se discute si vale la pena salvarle el pescuezo al modelo. En el centro de la campaña, sin embargo, el discurso se ha suavizado. Alguien tiene que haberse dado cuenta que cambió la dirección del viento.

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