Publicado en La Tercera, 16 de septiembre, 2011
Cercano a Marcel Duchamp, fundador del pop art, Hamilton influyendo en los trabajos de Rauschenberg, Joseph Beuys y David Hockney. La portada del White album de The Beatles fue producto un tanto de la irritación por el tiempo que los Fab Four lo hicieron esperar, y un poco para sacárselos de encima.
Cercano a Duchamp, incursionó en diversos soportes. Tenía una mirada suspicaz de la sociedad de consumo.
Recuerdo que la primera vez que fui al taller del artista Eugenio Dittborn me fijé en una foto que tenía en su escritorio. Era la imagen de un tipo con barba con el cual tenía un indudable parecido fisonómico. Le pregunté a Dittborn por él y me relató, con un gesto de complicidad, que el retrato correspondía a Richard Hamilton y no a un pariente suyo. No obstante, él les decía a sus hijas (en aquellos años unas niñas) que ese personaje era su hermano mellizo que vivía en Londres. Nunca olvidé esa broma familiar; en parte porque despertó en mí la curiosidad por averiguar quién era el supuesto doble de Dittborn. Hasta ese momento solo sabía que Hamilton era un artista pop británico. Había visto en un libro Taschen su célebre collage Just what is it that makes today's home so different, so appealing?, cuyo título claro que me desconcertó.
Años después viajé a Nueva York y en la librería del MoMa adquirí un libro de Richard Hamilton que aún conservo. Me inquietaron sus obras, en especial sus pinturas, donde aparecía gente común en situaciones ominosas. Averigüé, al leer una entrevista, que se trataba de uno de los fundadores del pop, y que además había escrito en 1957 una definición de esta corriente que todavía es pertinente: "El pop art es popular (designado para una audiencia de masas), transitorio (una solución a corto plazo), prescindible (fácilmente olvidable), barato, producido en masa, joven (dirigido a la juventud), ingenioso, sexy, efectista, glamoroso y un gran negocio". Avido por mi descubrimiento, decidí comprar otros libros de Hamilton. Encontré un par de pequeños volúmenes firmados por él. Estaban empastados, no tenían texto y consistían en un conjunto de fotografías polaroid en las que salía el mismo Hamilton imitando a otros artistas. Emulaba los gestos de sus contemporáneos con una ironía que ponía al descubierto la relevancia de la pose de estos por sobre las obras y las ideas. Compré ambos fetiches y los guardé como tesoros que encerraban una libertad y un humor para realizar desde la fotografía una crítica socarrona a cómo los artistas ocupaban los medios de comunicación.
Estas anécdotas sólo tienen sentido si recordamos que esta semana murió Richard Hamilton, a los 89 años. Ante su deceso han salido innumerables voces a señalar su enorme influencia en la historia del arte y el diseño. Fue un investigador inclasificable. Cercano de Marcel Duchamp y estudioso del tratado Sobre el crecimiento de la forma, del biólogo y matemático escocés D'Arcy Thompson. Incursionó en soportes diversos, como la pintura, el dibujo y la instalación, con originalidad y descaro. Su actitud suspicaz ante la sociedad de consumo lo diferencia de otros artistas de esa tendencia más complacientes, como Warhol, uno de sus seguidores. Sus escritos están recopilados en el volumen Proposiciones y son cardinales para comprender el desarrollo de sus pesquisas, sin las cuales es difícil comprender los trabajos de Rauschenberg, Joseph Beuys y David Hockney.
Pero el genio de Hamilton irradió más allá del arte. Realizó la famosa portada del White album de The Beatles. En una entrevista con el diario El País, relató la gestación de este mito: "En el primer encuentro me hicieron esperar más de media hora. Yo iba viendo pasar a jovencitas en minifalda y largas botas que se paseaban mucho, pero no hacían nada. Cada vez me sentía más incómodo, no estaba furioso, pero sí muy irritado. Cuando finalmente hablamos les dije, un poco para sacármelos de encima, que cómo habían hecho una portada tan llena de elementos (Sgt. Pepper's) tenían que hacer una cosa totalmente blanca, como contraste".
Incluso sus propuestas abarcaron el mundo gastronómico. El cocinero experimental Ferran Adrià, fundador del restaurante elBulli, escribió una emotiva necrológica de Hamilton: "Era un cliente más que especial, alguien inclasificable que se había convertido en más que un amigo. Fue él quien me enseñó otra manera de entender la cocina. Aprendí una manera de expresarme a la que no estaba acostumbrado, y mi discurso de la cocina como lenguaje lo extraje de sus enseñanzas". A lo que agrega: "Ya en 1963, Hamilton iba con un notable amigo en una barca desde Cadaqués para probar lo que se cocinaba en un peculiar chiringuito de playa con altas aspiraciones gastronómicas. Hay que imaginar la escena: ¡Duchamp y Hamilton en la mesa!".
Por Matías Rivas,
Director de publicaciones Universidad Diego Portales
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