Lo más difícil de predecir
es el pasado que no ocurrió.
Pero al menos vale la pena el ejercicio
de hacerse algunas preguntas
suponiendo que las fuerzas armadas
hubieran estado divididas a mediados de 1973
y en lugar de un golpe, en las condiciones
que se encontraba el país, estalla una guerra civil.
Para darse una idea de lo que ocurre
en una guerra civil, basta recordar que en la batalla
de Placilla del año 1891, murieron diez mil personas.
¿Qué hubiera ocurrido si las fuerzas que apoyaran
al gobierno de Salvador Allende triunfan?
¿En qué condiciones seguía el país, dado la situación
crítica de carácter terminal en que ya se encontraba?
La Unión Soviética tendría que venir al rescate,
¿cuál habría sido la reacción de Estados Unidos?
¿Se habría convertido Chile en un nuevo Vietnam?
¿Qué habría ocurrido con nuestros vecinos?
¿Habrían apoyado la revolución,
o en la debilidad habrían aprovechado
la coyuntura para recuperar territorios?
Dado lo ocurrido en la crisis con Argentina
el 78, ¿qué habría ocurrido con el diferendo limítrofe?
¿Quedarían las nuevas fronteras de Chile
reducidas al despoblado de Atacama por el norte,
sin la gran minería del cobre por supuesto,
y a Chiloé por el sur, o tal vez hasta Concepción?
¿Habría sido Chile viable?
Estas preguntas ciertamente
nos colocan en escenarios de política ficción,
pero, tal vez, ayuden a poner en perspectiva
el tema, para entender la coyuntura en
que nos encontrábamos, sin el ánimo
de justificar uno u otro bando
-ni menos torturas y desaparecidos-,
sino de examinar las alternativas
que tenía el país en ese momento.
Confiar en la habilidad de la muñeca
parecía no ser suficiente, sin los dedos
para ejecutar una obra tan compleja para piano.
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