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Modalidades de la frágil existencia‏



Deprímete
Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias, miércoles 24 de julio de 2013


La depresión es una orden 
que envía algún circuito profundo 
de la mente al cuerpo para que deje de moverse.

Los psiquiatras la tienen 
clasificada como enfermedad.
Los antiguos la llamaban melancolía.

Hipócrates consideraba 
que los dominados por la bilis negra
eran naturalmente melancólicos, 
y Durero compuso un célebre grabado 
representando a esa quietud abrumadora.

Cuando uno vive una vida que no le gusta,
o nota que en esa fiesta nada le es propicio,
se vuelve fácilmente melancólico, se deprime.

Enfermedad, o tipo de temperamento,
o estado de ánimo, lo que sea,
la depresión es una luz roja
que nos dice: no sigas.

Quizás en alguna noche
de su loca gira por el país
para ganar la nominación derechista,
a Longueira se le apareció un resplandor,
el de ser él mismo.

Y su cuerpo dejó de obedecer.

Otros han pasado por trances parecidos.
Cuando Frei Ruiz-Tagle ganó su elección
comprendió que tal vez dos tercios de sus votos
pertenecían al fantasma de su padre.
Enfermó y debió operarse.

Los seres humanos somos así,
nos embarcamos con toda la voluntad en algo,
pero el ánimo nos lleva por otro lado.

La tristeza, la ira, 
el miedo, incluso la alegría,
son emociones humanas.

Hoy las han medicalizado,
se las considera enfermedades,
y hay que tratarlas a base de pastillas y terapias.

Sentir un rato una cosa y luego la contraria
se considera trastorno bipolar.
Hegel lo llamaba dialéctica.

En Inglaterra están rehabilitando a Alan Turing,
uno de los padres de la computación,
que en los años cincuenta
fue condenado por homosexual.

Para evitar la cárcel, 
Turing accedió a castrarse químicamente
con unos medicamentos y murió de eso.

Cuando Krushev sucedió a Stalin
(que siempre fue considerado sano)
empezó a cerrar campos de concentración.

¿Qué hacer, entonces, con los disidente?

La solución fue decidir que eran enfermos mentales.
Los metían en hospitales donde pasaban años 
sedados y en camisas de fuerza.

¿Será nuestro plan Auge
el espacio donde en el futuro
van a ir a tratarse no sólo los deprimidos,
sino también los enojados, los ansiosos,
los erotizados en cualquiera 
de sus múltiples direcciones,
los que beben, los que comen choripán, 
los que fuman algo,
los que leen cosas raras, los rebeldes,
los que pasan las noches en las redes sociales,
los que no quieren ir al colegio, o sufren pesadillas,
o creen en dioses, o se resisten a tener tarjetas de crédito?

Sufrir o gozar o confundirse
pueden ser o no enfermedades, quién sabe.

De lo que no cabe duda
es que son manifestaciones de nuestra humanidad,
modalidades de la frágil existencia que todos arrastramos,
cada cual a su manera.

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