Genaro Arriagada: "El sistema imperante está herido de muerte y lo estará más cuando, en las semanas siguientes, alcance el pináculo de su descrédito al mostrar ejemplos de una manipulación despiadada en el ajuste final de las listas parlamentarias..."
Vistas con objetividad, las elecciones del domingo pasado no han sido importantes por sus resultados. Estos, si se excluye la enorme fuerza mostrada por Bachelet -que la ubica como uno de los fenómenos de atracción electoral más impresionantes que el país haya conocido en más de medio siglo-, en lo demás parecen confusos. Longueira no ganó afirmado en el "centro social", sino en la negativa de Allamand de llevar un discurso que mostrara una derecha liberal y moderna. Solo un delirio podría llevar a afirmar que la votación de Bachelet le pertenece al PS y al PPD y que, de ese modo, esos partidos gozan de buena salud y atractivo. La votación de Velasco es abultada por grupos de derecha, de las cinco comunas más ricas, que salieron de turismo electoral a la interna de la Concertación. Gómez, que puso a la Asamblea Constituyente como el mensaje central de su campaña, obtuvo un cinco por ciento de los sufragios. La votación de Orrego fue muy baja, pero creer que la DC es el único partido en dificultades es, por decir lo menos, una visión extrema de aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Entonces ¿dónde radica la importancia de esta elección?
Las primarias, en este caso, valen más que por sus resultados, por ser una exigencia masiva de derechos y de reformas de un sistema político que se percibe viejo, alicaído, capturado por una clase política que ha desarrollado intereses corporativos que la llevan a perpetuarse en los cargos, con la menor competencia posible y que, de hecho, impide la renovación de la política y el surgimiento de liderazgos más jóvenes.
Históricamente, las primarias han sido el instrumento mediante el cual los ciudadanos exigen a las directivas de los partidos que les restituyan el derecho a designar las listas de candidatos. Ellos no quieren más que los líderes de las máquinas partidarias, a puertas cerradas, repartan las candidaturas al Parlamento, las alcaldías e incluso a la Presidencia de la República.
Es cierto que la del domingo ha sido una victoria parcial, pues las primarias se pudieron realizar para la presidencia, pero no para senadores ni diputados. Ello porque, de un modo transversal, las directivas de los partidos y los parlamentarios en ejercicio (los incumbentes) desecharon unas primarias que habrían significado cuestionar el monopolio que hoy tienen para la designación de las candidaturas.
Bajo el sistema imperante, el pueblo ha sido reducido a una condición subordinada por unas oligarquías partidarias que, en cambio, se han arrogado el derecho a asignar senadurías y diputaciones seguras; a remover arbitrariamente a candidatos desde sus lugares de origen y enviarlos a regiones que ni siquiera conocen y sin preguntar a las poblaciones de esos lugares. El pueblo rechaza ver reducidos sus derechos a decir sí o no (ratificar o no) al candidato que las directivas partidarias le han impuesto. Creo que después de estas primarias ese sistema está herido de muerte y lo estará más cuando, en las semanas siguientes, alcance el pináculo de su descrédito al mostrar ejemplos de una manipulación despiadada en el ajuste final de las listas parlamentarias hechas por ambas coaliciones.
Pero los ciudadanos quieren más que primarias. Reclaman, además, que haya una competencia que es casi imposible en un sistema electoral -como el binominal- que solo permite listas donde hay dos candidatos. ¿Por qué dos y no cuatro o seis candidatos (como lo hemos planteado, entre otros, Felipe Kast y yo) aun cuando se elijan dos por distrito? ¿Cómo pueden entrar jóvenes en las listas parlamentarias si ellas están repletas de incumbentes? Hay una contradicción mayor cuando se les pide a los jóvenes que salgan de las calles y vayan a las instituciones, si se tiene un sistema electoral donde es casi imposible que ellos puedan acceder a un lugar en las listas parlamentarias. Se les pide que voten, pero en los hechos se les impide que tengan candidatos de su edad y sensibilidades; se les pide que crean en instituciones que no pueden integrar.
El país debe entender el mensaje. Hay una exigencia de participación, transparencia y competencia real que el actual sistema electoral niega. Las primarias del domingo no han solucionado el problema, pero sí han sido una notificación de que la reforma es urgente. Si no se atiende a la expresión, amable y alegre, de tres millones de personas votando, esta demanda saldrá de las instituciones para ir a las calles en manifestaciones masivas y con demandas cada vez más radicales... y en este caso se habrá cumplido la vieja lección de la historia de que una clase política casi siempre prefiere el suicidio a cambiar el sistema electoral que la creó y en que se siente más segura y más grata.
Genaro Arriagada
Ex ministro Secretario General de la Presidencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS