Jul. 01 , 2013
Tenía la razón Pablo Longueira cuando subestimaba las encuestas y los pronósticos que le daban a su contendor una ventaja -según dicen- superior al 10%. La estrecha victoria que obtuvo anoche sobre Andrés Allamand dijo mucho de la capacidad de movilización de la UDI y refutó la tesis de que Longueira había perdido el voto duro de derecha en la zona Oriente de la Región Metropolitana, luego de sus sesgos un tanto populistas en el Ministerio de Economía. Eso no pasó de ser una hipótesis voluntarista. Lo cierto es que su grupo de pertenencia no le volvió la espalda al candidato UDI y lo cierto también es que el triunfo de Longueira es atendible porque debe medirse no tanto por los votos con que superó a Allamand, sino más bien por la capacidad que tuvo para acortar la brecha en contra que tenía cuando, hace dos meses, su partido lo proclamó. Vistas así las cosas, está claro que su pelea fue contra el tiempo y que de haber tenido dos semanas más, su ventaja habría sido mayor.
Para Andrés Allamand, que estuvo a un pelo de haberse quedado con la candidatura de la Alianza, el resultado ciertamente es demoledor. No hay vuelta que darle. Lo es más todavía si se quiere culpar de su derrota a la vigorosa votación que obtuvo en el pacto de la Nueva Mayoría la candidatura de Andrés Velasco. Si esto fuera cierto, si es verdad que gente que era suya terminó cruzando el río por Velasco, significa que Allamand cometió un error de proporciones al descuidar el flanco liberal de su postulación y al salir a disputarle a Longueira el voto duro de la derecha. Al final esa opción, aparte de distanciarlo del electorado que mayor afinidad tiene con su carácter, porque Allamand no es un duro ni menos un fundamentalista, terminó dejándolo sin pan ni pedazo.
Concediendo que era difícil que Allamand le hubiera ganado al Laurence Golborne previo a la sentencia de la Corte Suprema, para RN vuelve a ser dramático tener que reconocer que la UDI volvió a ser más. Y fue más, no obstante que la cátedra se había parapetado en la convicción de que si era mucha la gente que llegaba a votar el triunfo de Allamand podía darse por hecho. El tiro salió por la culata. Fue mucha y, a pesar de eso, Longueira se impuso.
Qué duda cabe que en noviembre los chilenos habremos de optar entre dos alternativas polarizadas: Michelle Bachelet y Pablo Longueira. Qué duda cabe, también, que a partir de hoy tanto ella como él comenzarán a desplegar una estrategia por centrar sus respectivas candidaturas. Las elecciones primarias -dicen- son para extremar y las generales son para centrar. Y por mucho que en estos tiempos maximalistas haya perdido cohesión y glamour, el centro todavía debería tener algo que decir respecto del futuro del país. Si ayer su voz no se escuchó con la debida fuerza, fue porque circunstancialmente su votación se dividió entre Velasco, Allamand y Orrego. Hoy en día, juntar estas huestes puede ser imposible. Pero quien sea capaz de inclinarlas a un lado o a otro, hacia la izquierda o la derecha, será a fin de año el próximo presidente o presidenta de Chile.
Para Andrés Allamand, que estuvo a un pelo de haberse quedado con la candidatura de la Alianza, el resultado ciertamente es demoledor. No hay vuelta que darle. Lo es más todavía si se quiere culpar de su derrota a la vigorosa votación que obtuvo en el pacto de la Nueva Mayoría la candidatura de Andrés Velasco. Si esto fuera cierto, si es verdad que gente que era suya terminó cruzando el río por Velasco, significa que Allamand cometió un error de proporciones al descuidar el flanco liberal de su postulación y al salir a disputarle a Longueira el voto duro de la derecha. Al final esa opción, aparte de distanciarlo del electorado que mayor afinidad tiene con su carácter, porque Allamand no es un duro ni menos un fundamentalista, terminó dejándolo sin pan ni pedazo.
Concediendo que era difícil que Allamand le hubiera ganado al Laurence Golborne previo a la sentencia de la Corte Suprema, para RN vuelve a ser dramático tener que reconocer que la UDI volvió a ser más. Y fue más, no obstante que la cátedra se había parapetado en la convicción de que si era mucha la gente que llegaba a votar el triunfo de Allamand podía darse por hecho. El tiro salió por la culata. Fue mucha y, a pesar de eso, Longueira se impuso.
Qué duda cabe que en noviembre los chilenos habremos de optar entre dos alternativas polarizadas: Michelle Bachelet y Pablo Longueira. Qué duda cabe, también, que a partir de hoy tanto ella como él comenzarán a desplegar una estrategia por centrar sus respectivas candidaturas. Las elecciones primarias -dicen- son para extremar y las generales son para centrar. Y por mucho que en estos tiempos maximalistas haya perdido cohesión y glamour, el centro todavía debería tener algo que decir respecto del futuro del país. Si ayer su voz no se escuchó con la debida fuerza, fue porque circunstancialmente su votación se dividió entre Velasco, Allamand y Orrego. Hoy en día, juntar estas huestes puede ser imposible. Pero quien sea capaz de inclinarlas a un lado o a otro, hacia la izquierda o la derecha, será a fin de año el próximo presidente o presidenta de Chile.
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