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Mala noticia 7: educación técnica


Deberíamos avanzar hacia un sistema politécnico integrado como parte de una estrategia de desarrollo productivo. Al igual que Inglaterra, podríamos crear una PSU de certificación técnica.

por Oscar Landerretche -
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NO AVANZAREMOS en la transformación productiva que necesitamos con los déficits de trabajadores calificados que tenemos. Y mejor ni mencionemos lo que implica social y económicamente la gratuidad en una educación superior con la desconexión productiva, ineficiencias, pérdidas de tiempo, promesas vacías, estafillas y mentirillas de la actual.

Mientras tanto, Inglaterra acaba de anunciar el establecimiento de una prueba paralela a su PSU (A-levels), llamada Tech-levels, para certificar competencias técnicas al salir de secundaria. Esta medida, ojo, no es de un gobierno “girado hacia la izquierda”, sino de una coalición entre conservadores tipo Larraín y liberales tipo Velasco; y forma parte de un agresivo giro en países desarrollados de todos los colores hacia las competencias técnicas, respondiendo a la presión de estrategias de industrialización asiáticas muy centradas en lo técnico. Cómo será de importante para los ingleses, que acaban de elevar el estatus de la educación técnica al nivel de la prueba de selección que los rige desde 1951. Si es importante para ellos, que ya recorrieron cierto camino, ¿cómo será para Chile?

Especialistas y organismos multilaterales nos han recomendado una y otra vez un sistema educativo secundario y superior predominantemente técnico, modular, integrado entre niveles y con “capacitación”, con sistema de aprendices en empresas y que ofrezca oportunidades de cambio hacia la universidad en diferentes niveles y edades. Muchas personas que opinan en la arena pública, incluyendo su servidor, lo reiteran majaderamente (ver columna previa “Idea shock 1: politécnicos públicos”). Pero algo pasa con este tema que no parece penetrar la mollera de nuestros líderes, porque lo único que se les escucha decir -de vez en cuando- es que van a “fortalecer la educación técnica”, y si quieren convencernos del carácter vanguardista de su propuesta, nos dicen “de verdad”. 

Con algo de orgullo, puedo decir que por lo menos en la propuesta de la ex Presidenta Bachelet se incluye la creación de un centro de formación técnica público en Santiago, que paulatinamente se extienda al resto del país. Sin embargo, seamos francos, no vamos a decir que los servidores de los medios se colapsaron con la cantidad de debates y noticias que generó este anuncio. A nadie le importa: ni a empresarios, ni a “movimientistas”, ni a “institucionales”, ni siquiera a los dueños de los CFT privados a los que les competiría. Es impresionante la indiferencia que genera este tema.

Si quisiéramos realmente avanzar hacia un sistema politécnico integrado como parte de una estrategia de desarrollo productivo, éste sería un tema central de la reforma educativa y estaríamos hirviendo con propuestas (no, el mercado no lo va a hacer solo). Una de ellas podría ser adaptar los Tech-levels y establecer una prueba paralela a la PSU (PCT: prueba de certificación técnica) que, como en Inglaterra, podría ser diseñada por representantes de los trabajadores maestros de cada tipo técnico, empresarios de los sectores y académicos metodólogos; y que tuviera como misión constante subir la vara. Pero no estamos en eso.

La mala noticia de hoy es que esto no calienta a nadie, siendo crucial para Chile.

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