No aspiremos más
que a la relojería del alma
que nos hace escuchar
que nos hace escuchar
solamente el latido interior:
ese mecanismo atemporal,
calibrado con tal precisión
calibrado con tal precisión
que nos hace olvidarlo todo
y perdonarlo todo.
Olvidarlo todo excepto el amor
que palpita y languidece
en días polvorientos y melancólicos
sin llevar la contabilidad de la ausencia.
en días polvorientos y melancólicos
sin llevar la contabilidad de la ausencia.
Es natural que nos sintamos
inseguros al navegar
en aguas desconocidas.
Debemos viajar
en dirección de nuestro miedo,
derecho a lo difícil,
olvidarnos de tanto temores:
al rechazo, al fracaso, al ocaso.
Impulsados solamente por la fe y el amor
y conscientes de que la esperanza
es un territorio que no aparece en los mapas.
Orientados por un oxímoron:
la prudencia de la audacia
que nos irá mostrando el camino
que nos hará llegar eventualmente
muy lejos, demasiado lejos tal vez,
más allá de nuestra pobre y limitada imaginación...
El oxímoron (del griego ὀξύμωρον, oxymoron, en latín contradictio in terminis), dentro de las figuras literarias en retórica, es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión 1 , que genera un tercer concepto. Dado que el sentido literal de oxímoron es opuesto, ‘absurdo’ (por ejemplo, «un instante eterno»), se fuerza al lector o al interlocutor a comprender el sentido metafórico (en este caso: un instante que, por la intensidad de lo vivido durante su transcurso, hace perder la noción del tiempo).
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