Señor Director:
A pesar de lo conmovedor del caso de Belén y el fuerte debate que ha desencadenado, hasta la fecha ningún estudio ha sido capaz de demostrar algún beneficio del aborto electivo sobre la salud reproductiva o mental de la mujer, menos en el caso de violación.
En cuanto al riesgo reproductivo, los protocolos de manejo médico vigentes contemplan la posibilidad de interrupción del embarazo cuando peligra la vida de la madre. Esta conducta ética ha permitido que tengamos tasas de muerte materna comparables con cualquier país desarrollado. En el caso de Belén, la solución no es que aborte por un riesgo potencial, sino cuidarla para eventualmente inducir el parto, si fuese necesario.
Por otro lado, la mayor probabilidad de embarazo asociado a violación ocurre con el abuso reiterado al interior del hogar y en menores de edad. Esta situación permanece muchas veces oculta, y el mayor acceso al aborto solo perpetúa un ciclo de violencia que puede dejar impune al violador y condenar a la niña abusada a permanecer en este círculo vicioso. Es evidente que el aborto es de por sí una experiencia violenta, más aún para una niña de 11 años, y está demostrado que puede desencadenar problemas mentales severos, entre ellos depresión, ansiedad y estrés postraumático. Se ha visto que esta asociación con enfermedades mentales es aún más fuerte en aquellas niñas que han sido abusadas.
A la luz de la evidencia, el aborto sólo incrementa el trauma que de por sí conlleva la violación. Es lamentable que se esté instrumentalizando el caso de Belén para discutir si se debe legislar o no el aborto en Chile, en vez de preocuparnos de prevenir tanto violaciones como abortos.
Sebastián Illanes
Profesor Obstetricia y Ginecología
Universidad de los Andes
Elard Koch
Profesor Epidemiología Molecular
Director Instituto Melisa, UCSC
A pesar de lo conmovedor del caso de Belén y el fuerte debate que ha desencadenado, hasta la fecha ningún estudio ha sido capaz de demostrar algún beneficio del aborto electivo sobre la salud reproductiva o mental de la mujer, menos en el caso de violación.
En cuanto al riesgo reproductivo, los protocolos de manejo médico vigentes contemplan la posibilidad de interrupción del embarazo cuando peligra la vida de la madre. Esta conducta ética ha permitido que tengamos tasas de muerte materna comparables con cualquier país desarrollado. En el caso de Belén, la solución no es que aborte por un riesgo potencial, sino cuidarla para eventualmente inducir el parto, si fuese necesario.
Por otro lado, la mayor probabilidad de embarazo asociado a violación ocurre con el abuso reiterado al interior del hogar y en menores de edad. Esta situación permanece muchas veces oculta, y el mayor acceso al aborto solo perpetúa un ciclo de violencia que puede dejar impune al violador y condenar a la niña abusada a permanecer en este círculo vicioso. Es evidente que el aborto es de por sí una experiencia violenta, más aún para una niña de 11 años, y está demostrado que puede desencadenar problemas mentales severos, entre ellos depresión, ansiedad y estrés postraumático. Se ha visto que esta asociación con enfermedades mentales es aún más fuerte en aquellas niñas que han sido abusadas.
A la luz de la evidencia, el aborto sólo incrementa el trauma que de por sí conlleva la violación. Es lamentable que se esté instrumentalizando el caso de Belén para discutir si se debe legislar o no el aborto en Chile, en vez de preocuparnos de prevenir tanto violaciones como abortos.
Sebastián Illanes
Profesor Obstetricia y Ginecología
Universidad de los Andes
Elard Koch
Profesor Epidemiología Molecular
Director Instituto Melisa, UCSC
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