Mujica, un David en la Cumbre por Cristián Warnken

Diario El Mercurio, Jueves 05 de Julio de 2012 

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/07/05/mujica-un-david-en-la-cumbre.asp

Uno ya no espera nada o casi nada de lo que se diga o se acuerde en las cumbres internacionales, que cada vez más parecen una larga sesión de fotografías a grupos de mandatarios que espacios de reflexión y decisión profundas sobre los desafíos dramáticos que enfrenta hoy nuestro planeta.

Por eso cuando el Presidente de un pequeño país de no más de tres millones de habitantes, Uruguay, subió al estrado de la última Cumbre de Río, e improvisó sus palabras, sorprendió al mundo por su profundidad y autenticidad, que lo demarcaron inmediatamente de una maratón de discursos declarativos y retóricos. Los gobernantes parecen hoy los mozos que sirven el café, pero las grandes decisiones se toman en otra parte, en una zona gris o negra, donde no prima la racionalidad de la política, donde gobiernan fuerzas ciegas e irracionales, e incluso irreales, que hacen caer y subir las bolsas del mundo, hundir y desaparecer los países y las comunidades. José Mujica es un hombre de campo, un campechano. Parece un jubilado como hay millones hoy en nuestro continente, de esos que sobreviven apenas de sus exiguas pensiones, y que en las plazas y los cafés de nuestras ciudades comentan la actualidad mundial desde un sentido común, hoy definitivamente ausente en la alta política. Cuando se paró en el estrado de esta reciente Cumbre americana y comenzó a hablar con ese tono y música del dulce dialecto rioplatense de las provincias, se me vinieron al oído esos versos iniciales del "Martín Fierro": "Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vihuela,/ que al hombre que lo desvela una pena estraordinaria,/ como el ave solitaria,/ con el cantar se consuela". Porque Mujica no discurseó, cantó nuestras angustias de ciudadanos anónimos abandonados por la política y la ciega economía. Yo lo escuché, en la sobremesa del lunes con mi mujer y varios amigos, todos de muy distinto signo ideológico. Luego de un silencio que yo diría emocionado -de esos que ya no ocurren hoy cuando escuchamos hablar a los dirigentes políticos- brotó un espontáneo y unánime aplauso. Sin resentimiento de ningún tipo, Mujica dijo verdades tremendas, desnudó la crisis profunda por la que atraviesan nuestras sociedades e invitó a focalizar los esfuerzos en el objetivo más noble y esencial de la política, que es la búsqueda de la felicidad en el fugaz paso del hombre por la tierra.

Apoyándose en Epicuro y Séneca y los sabios aymarás, Mujica habló de nuestra "pobre humanidad" y dijo que "pobre no es el que no tiene mucho, sino el que necesita infinitamente mucho y desea mucho más", ese esclavo de un hiperconsumo desbocado. "No venimos a la vida a desarrollarnos en términos generales, venimos a ser felices" -dijo un Mujica emocionado. "La vida es corta y ningún 'desarrollo' vale lo que la vida que se nos va trabajando para consumir un ' plus' , que es el plus definido por sociedades desarrolladas y despilfarradoras que tienen hoy con su hiperconsumo al planeta Tierra en jaque". "¿Que pasaría en este planeta -se preguntó Mujica- si los millones de hindúes llegaran a tener la misma proporción de autos por familia que tienen hoy los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para respirar?". Mujica dijo que la causa de la crisis no es el medio ambiente, sino la política.

Refiriéndose a los trabajadores de su país, afirmó que tienen que pagar "cuotas y cuotas y cuotas, y cuando quieren parar ya son un viejo reumático como yo".

Mujica invitó a pensar en un cambio cultural y terminó diciendo que "el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, sino a favor del amor, la amistad, arriba de la tierra; de tener lo elemental, porque ése es el tesoro más grande que tenemos".

Mujica -con la sabiduría de un pastor o arriero de la llanura- tocó el corazón de millones que hoy parecemos consumir nuestra vida en pagar una deuda irreal, convertidos en las ovejas de un rebaño que se dirige al abismo, guiados por líderes sin convicciones y sin alma.