"Ahora, con la Ley de Televisión Digital, estudiada en el Congreso durante largos años, hay más gente interesada en sacar provecho del fútbol, como viene sucediendo centenariamente en el país. Pero hay que pagar por ver..."
Para el Mundial de 1962 eran poquísimas las personas que tenían en Chile un televisor. Eran de la marca Geloso. Unos mamotretos impresionantes, pesadísimos, de los que aún se encuentran algunos en oferta en Mercado Libre. Reliquias.
En las casas de los pocos afortunados televidentes se formaban grupos enormes de familiares y amigos para ver a Leonel, a Eladio y a sus compañeros. Los recuerdos acompañan aún a muchos veteranos... muchos más de los que realmente accedieron a las trasmisiones encabezadas por Patricio Bañados (hoy un héroe olvidado, a cincuenta años del golpe a la cátedra de Chile tercero y a cuarenta del otro).
Han cambiado las cosas y hoy nos dicen que por ley todos los chilenos que tengan un televisor deberán poder ver los partidos de la Roja. Un televisor y nada más. Plasma, LED, HD o SD, pantalla plana o curva, estéreo o mono, el que quiera. La cosa es ver sin tener que pagar nada. Sin intermediarios: directo de la cancha a la pantalla. Lo demás -armar y mover equipos de fútbol y armar y mover equipos de transmisión, subir y bajar señales de los satélites, mover planteles profesionales y técnicos, solventar los costos administrativos y todo lo que rodea a las trasmisiones televisivas- lo debe pagar -¿adivinó?- Moya.
Pocas cosas hay más seductoras para el consumidor que una liquidación, un descuento, una rebaja sustanciosa, un off todo por ciento. Una de esas cosas aún más seductoras es lo gratis. "Al gratín" es el ideal del cliente. El regalo. Ese regalo que acompaña a una compra que "por solo 3 mil pesos nos entrega..." un producto que vale 2 mil.
Naturalmente, hay cosas de este mundo que a muchos no nos gustan. La monetarización de la vida, por ejemplo, no es algo que veamos con agrado. Pero mientras nos arrimamos a un mundo mejor -mejorando éste, obviamente- hay cosas que tienen su precio económico. Uno de ellos es el fútbol. Hay que pagar por verlo. Como a One Direction (ya agotadas las entradas de $150.000 para abril próximo) o Gravedad (con 35 mil entradas vendidas en 90 salas de cine chilenas).
Buscando el ahorro, muchos consumen fútbol en bares y restaurantes donde pagan cuentas que suelen ser más altas que una entrada al estadio y cuya suma mensual puede superar el precio de un plan televisivo. Pero, claro, de algún modo lo vieron gratis.
Ahora, con la Ley de Televisión Digital, estudiada en el Congreso durante largos años, hay más gente interesada en sacar provecho del fútbol, como viene sucediendo centenariamente en el país. Pero hay que pagar por ver. Es cierto que los planes no son baratos, pero tampoco hay que disfrutar de una dieta parlamentaria para comprarlos. Además, se pueden hacer grupos para financiarlos y ver todos juntos a la Roja. Como el 62, con los Geloso.
PD: ¿Y cuándo se va a saber quién dijo, el domingo del clásico universitario, que el partido se reanudaría al día siguiente? Han transcurrido 10 días y alguien sigue "pasando piola". Con lo que les gusta escribir en la ANFP, ya deberían haber publicado algo al respecto.
En las casas de los pocos afortunados televidentes se formaban grupos enormes de familiares y amigos para ver a Leonel, a Eladio y a sus compañeros. Los recuerdos acompañan aún a muchos veteranos... muchos más de los que realmente accedieron a las trasmisiones encabezadas por Patricio Bañados (hoy un héroe olvidado, a cincuenta años del golpe a la cátedra de Chile tercero y a cuarenta del otro).
Han cambiado las cosas y hoy nos dicen que por ley todos los chilenos que tengan un televisor deberán poder ver los partidos de la Roja. Un televisor y nada más. Plasma, LED, HD o SD, pantalla plana o curva, estéreo o mono, el que quiera. La cosa es ver sin tener que pagar nada. Sin intermediarios: directo de la cancha a la pantalla. Lo demás -armar y mover equipos de fútbol y armar y mover equipos de transmisión, subir y bajar señales de los satélites, mover planteles profesionales y técnicos, solventar los costos administrativos y todo lo que rodea a las trasmisiones televisivas- lo debe pagar -¿adivinó?- Moya.
Pocas cosas hay más seductoras para el consumidor que una liquidación, un descuento, una rebaja sustanciosa, un off todo por ciento. Una de esas cosas aún más seductoras es lo gratis. "Al gratín" es el ideal del cliente. El regalo. Ese regalo que acompaña a una compra que "por solo 3 mil pesos nos entrega..." un producto que vale 2 mil.
Naturalmente, hay cosas de este mundo que a muchos no nos gustan. La monetarización de la vida, por ejemplo, no es algo que veamos con agrado. Pero mientras nos arrimamos a un mundo mejor -mejorando éste, obviamente- hay cosas que tienen su precio económico. Uno de ellos es el fútbol. Hay que pagar por verlo. Como a One Direction (ya agotadas las entradas de $150.000 para abril próximo) o Gravedad (con 35 mil entradas vendidas en 90 salas de cine chilenas).
Buscando el ahorro, muchos consumen fútbol en bares y restaurantes donde pagan cuentas que suelen ser más altas que una entrada al estadio y cuya suma mensual puede superar el precio de un plan televisivo. Pero, claro, de algún modo lo vieron gratis.
Ahora, con la Ley de Televisión Digital, estudiada en el Congreso durante largos años, hay más gente interesada en sacar provecho del fútbol, como viene sucediendo centenariamente en el país. Pero hay que pagar por ver. Es cierto que los planes no son baratos, pero tampoco hay que disfrutar de una dieta parlamentaria para comprarlos. Además, se pueden hacer grupos para financiarlos y ver todos juntos a la Roja. Como el 62, con los Geloso.
PD: ¿Y cuándo se va a saber quién dijo, el domingo del clásico universitario, que el partido se reanudaría al día siguiente? Han transcurrido 10 días y alguien sigue "pasando piola". Con lo que les gusta escribir en la ANFP, ya deberían haber publicado algo al respecto.
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