por Pbro. Luis Eugenio Silva
Diario La Segunda, Jueves 28 de Noviembre de 2013
Diario La Segunda, Jueves 28 de Noviembre de 2013
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/11/28/que-quisiera-para-chile.asp
Faltando pocos días para que una nueva Presidenta sea elegida, son muchas las ideas y proyectos que se repiten por ambos lados en contienda. Debo aceptar que es el bien común lo que las guía, ya que se promete mejorar las condiciones que se dan ante la injusticia en la salud pública, la educación, los salarios, jubilaciones y pensiones dignas, la seguridad ante la delincuencia, la ecología y el respeto a la naturaleza, el crecimiento con equidad y las desigualdades económicas aberrantes. Lamento que poco o nada se diga acerca de la cultura y la espiritualidad, ya que parece que se entiende por progreso todo lo que dice relación con el bienestar económico, como si el ser humano se redujese a lo meramente material.
Tres posiciones se debaten: una, que quiere un cambio rápidamente acelerado e inmediato, y otra, que aceptando lo que ya se ha conseguido, buscaría progresar paulatinamente. La tercera posición no es conocida, ya que más de la mitad de los ciudadanos no votó en la primera parte del proceso electoral. ¿Qué piensan los jóvenes y los no votantes adultos? No lo sabemos, pero se puede presumir que no lo han hecho por el desencanto que origina la actividad política, y la clase política a la que, injustamente, se la ve como corrupta y buscadora de bienes particulares y o meramente partidistas. Tampoco se puede dejar fuera de esta tercera posición la comodidad y el desinterés por lo público, dado el ambiente egoísta e individualista que reina. Debemos reflexionar ante los cambios que se prometen, y en la participación en la votación, partiendo de las legítimas posturas políticas y doctrinales que se tengan. Pero también las opciones espirituales-religiosas han de tenerse en cuenta, ya que obligan a quien las sostiene a actuar consecuentemente.
No hay que olvidar que todo ciudadano tiene, amén de derechos, deberes y responsabilidades jurídicas, morales y religiosas, y todas ellas han de tenerse en cuenta en la construcción de la sociedad democrática y pluralista. Ningún cambio se produce de un día para otro, y prometerlos es una necedad, y a la vez un peligro, ya que los movimientos sociales legítimos, la calle dicho simplemente, lo pide y se enfrenta con los partidos políticos, que saben que no es posible conseguir lo pedido, por muy justo que sea, ya que es en el Parlamento donde se legisla, y éste no camina ni entrega leyes de modo inmediato, y no es razonable legislar sin tener legítimamente seguro el respaldo económico. Esto último puede poner al gobierno que salga en grave peligro, pues las manifestaciones reiteradas y las promesas insensatasdel populismo electoral son agitadas permanentemente y generan expectativas irrealizables.
Chile necesita la colaboración de todos y con generosidad, y antes de pensar y pedir qué me dará el Estado, se debería pensar y actuar así: qué puedo yo dar al país, como lo dijo en su campaña John Kennedy. Pero hay algo más que se debería conseguir en los años que se nos vienen, cual es superar la división y conseguir la reconciliación, ya que el país aun está dividido, y, para ello, todos y en especial la clase gobernante han de llamar a superar el pasado, perdonarse mutuamente y olvidando, para así mirar hacia adelante. No hay otra forma de hacerlo. Así lo han hecho grandes países, que experimentaron situaciones traumáticas, revoluciones y guerras. Sería un sano realismo moral y político. El revanchismo ahonda la no reconciliación.
Buscar el bien común significa superar la miseria y la pobreza; crear una sociedad donde se den las oportunidades de crecer no sólo en lo material, sino en lo espiritual y cultural; tener a la familia como la célula fundamental de la sociedad, respetar todos los derechos del hombre y exigir el cumplimiento de los deberes; tener un sistema de justicia, donde la ley sea respetada por todos, sin excepción de persona. En fin, como lo dice la Doctrina Social de la Iglesia, donde el ser humano sea visto y tenido como un fin y no como un engranaje de cualquier sistema de producción.
Quien vaya a gobernar ha de esforzarse en reencantar la noble actividad política y elegir a los mejores, los más capaces y sobre todo los que crean en la moral que sabe distinguir entre el bien y el mal. Aun a riesgo de que se me tenga como un fundamentalista, lo que no lo soy, la sociedad del Chile de hoy necesita más de Dios, pues sólo El enseña, mediante sus leyes inscritas en la naturaleza, el valor y el respeto que se le debe al ser humano.
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