Chile y Japón comparten una geología muy similar. Los dos países se localizan en el activo y peligroso “Anillo de fuego del Pacífico”. En Chile, la placa de Nazca se introduce bajo Sudamérica, mientras que la placa Pacífica lo hace bajo Japón. Ambos países poseen volcanes, como los icónicos Osorno y Monte Fuji. Desafortunadamente, Chile y Japón también comparten peligros geológicos, como grandes terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas. En Chile, el terremoto (magnitud 8,8 grados Richter) y el maremoto del 2010 causaron 500 víctimas fatales y graves daños materiales. Cincuenta años antes, en 1960, el terremoto más grande registrado (magnitud 9,5) causó cuatro veces más muertes. El tsunami resultante, además de destruir poblados costeros en Chile, cruzó 17.000 km a través del Pacífico y cobró la vida de 140 japoneses.
El reciente terremoto de Japón del 2011 (magnitud 9) ocasionó un tsunami devastador que cobró 20 mil víctimas y fue lo suficientemente grande para alcanzar la costa chilena con olas de dos metros de altura.
Grandes terremotos pueden conllevar erupciones volcánicas. En Chile, el volcán Puyehue inició una erupción dos días después del terremoto de 1960. El vecino Caulle se activó 15 meses después del terremoto del 2010. Por su parte, el Monte Fuji, en Japón, tuvo una de sus mayores erupciones 49 días después del terremoto de 1707.
Científicos de ambos países han tratado de comprender estos fenómenos con el objetivo de enfrentar de mejor manera futuras catástrofes. En Japón, se instalaron más de mil sismógrafos y un completo Sistema de Posicionamiento Global (GPS). También se implementaron instrumentos en el fondo marino, capaces de detectar sismos y tsunamis. Estas redes permitieron monitorear el comportamiento y efectos del terremoto del 2011.
Estudios históricos y geológicos de las evidencias dejadas por terremotos y tsunamis muestran que un terremoto similar al del 2011 había ocurrido en Japón hace más de mil años, en el año 869. Los vulcanólogos consideran que la posibilidad de erupciones volcánicas en Japón se ha incrementado después del 2011, y están evaluando los efectos que tendría la erupción del Fuji y de otros volcanes.
En Chile, los científicos también están tratando de comprender estos fenómenos. Se han hallado evidencias históricas y geológicas de los predecesores del terremoto y tsunami de 1960, concluyendo que este tipo de eventos ocurren cada 300 años. Las redes sísmicas y geodésicas, que generaron valiosa información relativa a la activación de fallas durante el terremoto del 2010, se están ampliando y mejorando.
Todo lo anterior hace necesario que los científicos chilenos y japoneses estrechen lazos de colaboración con el fin de aumentar el conocimiento y así prepararse mejor para la próxima catástrofe. Los grandes terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas toman siglos en repetirse, por lo que compartir las observaciones y estudios hechos a ambos lados del Pacífico aumenta las posibilidades de dar respuestas a la gran cantidad de interrogantes que aún existen.
Kenji Satake
Profesor
Instituto de Investigación de Terremotos
Universidad de Tokio
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