El obsesivo afán transgresor y vagabundo,
ese prurito de traspasar permanentemente todas los límites
corre el riesgo de llevarnos a ninguna parte, a no ser que
nos percatemos que dichas fronteras son artificiales
y lo que importa es que formamos parte de una sola cosa
suspendida en una inmensidad fascinante y abismal,
en esa fina trama que cubre con un manto azul
la esfera achatada y entrañable que nos congrega.
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