Columnistas
Diario El Mercurio, Sábado 23 de noviembre de 2013
Jornada ciudadana
"Al contar los votos confirmamos que en nuestra mesa había votado más del 70% de los electores y en la mesa frente a la nuestra el 78%. (Pensé que tendríamos un récord de participación ciudadana). Al abrir y cantar los votos nos sorprendió a todos ver cómo Alfredo Sfeir competía muy de cerca por el segundo lugar..."
El domingo me tocó ser vocal de mesa. Si bien al principio me pareció más un castigo que un deber, decidí no apelar a ningún subterfugio para evitarlo, y cumplir como lo hacen miles de ciudadanos. La previa fue el día sábado con una breve capacitación donde conocí a mis compañeros de mesa, algunos de los cuales, afortunadamente, tenían experiencia en el asunto.
El domingo me levanté temprano y estacioné a un par de cuadras del local.
Nos reunimos cerca de las 8 de la mañana, y con el material en mano, comenzó un llenado interminable de actas, doblado de votos, y recorte de estampillas. Para entrenar el sistema operativo de la mesa, partimos votando nosotros, constatando que al menos se requería de 6 a 8 minutos por votante.
El ambiente de votación fue siempre cordial y, a medida que avanzaba el tiempo, comenzó a llamarme la atención la altísima afluencia de jóvenes con cédulas de identidad en torno a los 20.000.000. También me sorprendió que estos jóvenes, muchos de quienes votaban por primera vez, no conocieran las estampillas, y nos preguntaran cómo era que se pegaban... Hubo muchos electores que nos dieron las gracias, otros que nos felicitaron, y uno, un poco distraído, que hasta volvió con un incienso de regalo.
Al contar los votos confirmamos que en nuestra mesa había votado más del 70% de los electores y en la mesa frente a la nuestra el 78%. (Pensé que tendríamos un récord de participación ciudadana). Al abrir y cantar los votos nos sorprendió a todos ver cómo Alfredo Sfeir competía muy de cerca por el segundo lugar, en tanto el resto de los candidatos brillaba por su ausencia.
Sorprendido por la alta votación de ese postulante, comencé a revisar lo que pasaba en las otras mesas, y constaté rápidamente que el resultado era similar, y que, para pesar de muchos, él era la gran sorpresa. Imaginé que esto se estaría dando a nivel nacional y que a mi primer deseo de que no hubiera segunda vuelta, se estaría sumando el segundo, de que el candidato de las propuestas de un Chile verdaderamente distinto y sustentable, fuera la segunda mayoría.
Pensé que Chile de verdad estaba cambiando en la dirección correcta, a un ritmo más acelerado de lo imaginable y que el slogan ES POSIBLE era cierto, solo que con otro candidato.
Al salir del local de votación a las diez y media de la noche, orgulloso y optimista por la impecable jornada ciudadana, me encontré con que las cosas no eran tan buenas, ni habíamos cambiado tanto, ni tan rápido. Supe que habría segunda vuelta, que Sfeir (a nivel nacional) no había obtenido el porcentaje de preferencias logradas en mi local de votación, y que un pelotudo había chocado mi auto estacionado.
Busqué infructuosamente una tarjeta de cortesía en el parabrisas del auto, pidiendo disculpas, con los datos del conductor, pero por desgracia no encontré nada...
Chile civilizado aún NO ES POSIBLE.
El domingo me levanté temprano y estacioné a un par de cuadras del local.
Nos reunimos cerca de las 8 de la mañana, y con el material en mano, comenzó un llenado interminable de actas, doblado de votos, y recorte de estampillas. Para entrenar el sistema operativo de la mesa, partimos votando nosotros, constatando que al menos se requería de 6 a 8 minutos por votante.
El ambiente de votación fue siempre cordial y, a medida que avanzaba el tiempo, comenzó a llamarme la atención la altísima afluencia de jóvenes con cédulas de identidad en torno a los 20.000.000. También me sorprendió que estos jóvenes, muchos de quienes votaban por primera vez, no conocieran las estampillas, y nos preguntaran cómo era que se pegaban... Hubo muchos electores que nos dieron las gracias, otros que nos felicitaron, y uno, un poco distraído, que hasta volvió con un incienso de regalo.
Al contar los votos confirmamos que en nuestra mesa había votado más del 70% de los electores y en la mesa frente a la nuestra el 78%. (Pensé que tendríamos un récord de participación ciudadana). Al abrir y cantar los votos nos sorprendió a todos ver cómo Alfredo Sfeir competía muy de cerca por el segundo lugar, en tanto el resto de los candidatos brillaba por su ausencia.
Sorprendido por la alta votación de ese postulante, comencé a revisar lo que pasaba en las otras mesas, y constaté rápidamente que el resultado era similar, y que, para pesar de muchos, él era la gran sorpresa. Imaginé que esto se estaría dando a nivel nacional y que a mi primer deseo de que no hubiera segunda vuelta, se estaría sumando el segundo, de que el candidato de las propuestas de un Chile verdaderamente distinto y sustentable, fuera la segunda mayoría.
Pensé que Chile de verdad estaba cambiando en la dirección correcta, a un ritmo más acelerado de lo imaginable y que el slogan ES POSIBLE era cierto, solo que con otro candidato.
Al salir del local de votación a las diez y media de la noche, orgulloso y optimista por la impecable jornada ciudadana, me encontré con que las cosas no eran tan buenas, ni habíamos cambiado tanto, ni tan rápido. Supe que habría segunda vuelta, que Sfeir (a nivel nacional) no había obtenido el porcentaje de preferencias logradas en mi local de votación, y que un pelotudo había chocado mi auto estacionado.
Busqué infructuosamente una tarjeta de cortesía en el parabrisas del auto, pidiendo disculpas, con los datos del conductor, pero por desgracia no encontré nada...
Chile civilizado aún NO ES POSIBLE.
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