Mañana temprano y en un hotel de calidad desayune con su equipo. Ensalada de frutas, huevos, salchichitas, tostadas, y que sea abundante, porque las jornadas históricas son largas. Agradézcales el apoyo y trabajo, salga con ellos a su local de votación y aproveche el viaje para insuflar ánimo. En la campaña no tuvieron tiempo para mayor intimidad. Hable de pequeñas cosas: dónde nacieron, plato preferido, país que les gustaría visitar y con qué actor o actriz serían infieles. En broma, por cierto, pero la indiscreción acentúa la confianza del instante. Almuerce en su casa con su familia y los invita. A lo mejor se excusan o se ponen renuentes, pero insista: su equipo es parte del universo afectivo de su candidatura.
Después de ver las noticias en el living, conversan de este mundo y del otro; a media tarde se despide de su familia y se traslada a una sede distante para esperar los resultados.
Viaje con su grupo de confianza e instálese en el lugar de los hechos. Les golpea la espalda y les aprieta el brazo. Que enciendan la tele y la radio y hagan la pega. Ir al baño siempre es una buena idea. Evite escuchar conteos de mesa, son puro nervio. No bote energías. El desenlace viene rápido y cada una hora, al menos, ponga su mente en blanco y descanse. Deje que hagan cálculos. Vaya al baño las veces que sea necesario. Que sigan con lo suyo: llaman al partido, buscan explicaciones y no entienden lo que ocurrió. Que nadie vea su pena y lágrimas. A lo mejor hay un balcón, aspire la noche histórica.
Cuando sea inexorable la derrota y no haya vuelta, en ese momento mire al atado de asesores y piense que están a honorarios y que no hay contrato ni nada.
Desquítese con su equipo, porque para eso están. Necesita explotar por algún lado, antes de hacerlo por dentro. Tiene que darles como cascabel. Descuere intelectualmente a la jefa de campaña que debe saber, con meridiana claridad, lo que puede hacer con los calendarios 2014. Y si son muchos, que lo ayude el jefe territorial. Humille a la relacionadora pública que sueña con ser rostro, según le confesó en el auto. Guaraca a la directora programática y bombo en fiesta al generalísimo. Escupa su ira, debe limpiarse y calmarse. Y así le traspasa la derrota a su ex equipo. Exorcismo político. Ellos a la cesantía y usted mira el horizonte, le gustan los desafíos y mañana es el día. Métaselo en la cabeza y recompóngase, vendrá la prensa.
Diez cosas clásicas para tener a mano:
1. Fue una fiesta de la democracia.
2. Siente genuino orgullo cívico.
3. Recuerde a su abuelo que se ponía terno para ir a votar.
4. Un proceso eleccionario ejemplar.
5. No olvide la impecable participación de las Fuerzas Armadas.
6. Votan muchos: elogia la conciencia cívica de los chilenos.
7. Votan pocos: crisis de representatividad y la misión país es encantar a los votantes.
8. No es el momento para analizar la derrota, así que felicite a los ganadores.
9. Sus últimas palabras son de sincero agradecimiento para los que votaron por usted, y muy especialmente para los miembros de su equipo: un equipo maravilloso.
10. Aquí diga lo que quiera.
Después de ver las noticias en el living, conversan de este mundo y del otro; a media tarde se despide de su familia y se traslada a una sede distante para esperar los resultados.
Viaje con su grupo de confianza e instálese en el lugar de los hechos. Les golpea la espalda y les aprieta el brazo. Que enciendan la tele y la radio y hagan la pega. Ir al baño siempre es una buena idea. Evite escuchar conteos de mesa, son puro nervio. No bote energías. El desenlace viene rápido y cada una hora, al menos, ponga su mente en blanco y descanse. Deje que hagan cálculos. Vaya al baño las veces que sea necesario. Que sigan con lo suyo: llaman al partido, buscan explicaciones y no entienden lo que ocurrió. Que nadie vea su pena y lágrimas. A lo mejor hay un balcón, aspire la noche histórica.
Cuando sea inexorable la derrota y no haya vuelta, en ese momento mire al atado de asesores y piense que están a honorarios y que no hay contrato ni nada.
Desquítese con su equipo, porque para eso están. Necesita explotar por algún lado, antes de hacerlo por dentro. Tiene que darles como cascabel. Descuere intelectualmente a la jefa de campaña que debe saber, con meridiana claridad, lo que puede hacer con los calendarios 2014. Y si son muchos, que lo ayude el jefe territorial. Humille a la relacionadora pública que sueña con ser rostro, según le confesó en el auto. Guaraca a la directora programática y bombo en fiesta al generalísimo. Escupa su ira, debe limpiarse y calmarse. Y así le traspasa la derrota a su ex equipo. Exorcismo político. Ellos a la cesantía y usted mira el horizonte, le gustan los desafíos y mañana es el día. Métaselo en la cabeza y recompóngase, vendrá la prensa.
Diez cosas clásicas para tener a mano:
1. Fue una fiesta de la democracia.
2. Siente genuino orgullo cívico.
3. Recuerde a su abuelo que se ponía terno para ir a votar.
4. Un proceso eleccionario ejemplar.
5. No olvide la impecable participación de las Fuerzas Armadas.
6. Votan muchos: elogia la conciencia cívica de los chilenos.
7. Votan pocos: crisis de representatividad y la misión país es encantar a los votantes.
8. No es el momento para analizar la derrota, así que felicite a los ganadores.
9. Sus últimas palabras son de sincero agradecimiento para los que votaron por usted, y muy especialmente para los miembros de su equipo: un equipo maravilloso.
10. Aquí diga lo que quiera.
Liberty Valance
Diario El Mercurio, sábado 16 de noviembre de 2013
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