La inteligencia considera
tres dimensiones distintas:
inferencia, representación y estrategia.
La inferencia es cómo conocemos,
nuestra capacidad de inducción y deducción.
La representación es cómo codifico
y archivo el conocimiento.
Y cómo lo uso en mi conducta,
ésa es la estrategia.
Las tres son dimensiones de la inteligencia.
Un virus es un organismo altamente estratégico:
usa muy poco poder de inferencia y representación
para hacer un daño gigantesco
(desde nuestra perspectiva, no la suya, claro).
Estratégicamente es muy inteligente:
mucho más que nosotros,
pero no tiene el poder de inferencia.
Hay que partir por descomponer
algo que parece muy monolítico,
por eso las diferentes especies animales
se ubican en puntos diferentes
de este espacio tridimensional.
No somos más evolucionados
que otras especies:
somos especies contemporáneas;
todas estamos aquí,
estamos igualmente evolucionadas.
Fuera de nuestro contexto
somos más bien inferiores.
Si te quito todos los aportes de la civilización
y te pongo en un bosque con un chimpancé,
rápidamente perderás tu complejo de superioridad.
No podrías decir que eres el más evolucionado.
Esos animales demostrarán muy rápido
que son más competentes que tú
para sobrevivir en ese ambiente.
No hay absolutos en esto,
todo tiene que ver con el contexto.
La capacidad cognitiva es, además, ubicua.
Se puede explicar dibujando dos ejes:
uno horizontal que muestra
que los seres humanos
y también los microbios
somos todos seres cognitivos,
y uno vertical,
que va del cerebro a la célula,
tal vez incluso hasta el átomo.
Sí, el átomo.
Dirás este tipo está loco,
pero me refiero a una inteligencia
muy, muy, muy pequeña, a nivel atómico.
Un átomo no hace inferencias
y no tiene estrategia,
pero tiene poder de representación:
un átomo puede representar su propio estado.
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