Columnistas
Sábado 23 de noviembre de 2013
Un emblema para Chile
"Si queremos ser un país desarrollado, hay que partir por un logotipo institucional que no sea del gobierno de turno, como hasta ahora, sino del Estado. Y no haya necesidad de cambiarlo, borrarlo, suprimirlo y descerrajarlo, con el cambio de gobierno. Este es el momento..."
La idea es ahorrar y no gastar lo que escasea y tanto cuesta ganar: la plata.
Más todavía si es la de todos los chilenos.
Si queremos ser un país desarrollado, hay que partir por un logotipo institucional que no sea del gobierno de turno, como hasta ahora, sino del Estado. Y no haya necesidad de cambiarlo, borrarlo, suprimirlo y descerrajarlo, con el cambio de gobierno.
Este es el momento.
A las autoridades recién llegadas y a los que están por llegar, les pedimos con humildad: pónganse de acuerdo y hagan lo de Alemania o Estados Unidos, y elijan por consenso y acuerdo un símbolo eterno.
Desde 1990 a la fecha llevamos cinco logotipos institucionales.
¿Costo, dedicación y pago de servicios?
No tenemos noción ni conocimiento exacto, pero una cosa sí sabemos: el dinero gastado se lo llevó el río.
Patricio Aylwin: Estrellita con forma hu¬mana y con los colores de la bandera a su alrededor, y sin huemul, cóndor y tampoco la frase “Por la razón o la fuerza”.
Eduardo Frei: Escudo chileno más o menos abstracto, sobre un fondo negro y oval, la palabra Chile se salía del óvalo y el logotipo no incluyó “Por la razón o la fuerza”.
Ricardo Lagos y Michelle Bachelet: Alegoría de la bandera chilena compuesta por cubitos ordenados, se prescinde del escudo y por tanto del ave majestuosa, el ciervo andino y la frase respectiva. También de la estrella.
Sebastián Piñera: Durante 2010 empleó un escudo en blanco y negro y en la base las pala¬bras “Gobierno de Chile” en color. Ese logotipo fue reemplazado por el actual: cuadrado con los colores rojo y azul y en la parte superior el escudo y la frase “Gobierno de Chile”.
¿Finalidad del identificador gráfico o logo¬tipo institucional?
Simbolizar y representar la unidad e iden¬tidad de Chile.
¿Y para eso tuvieron que hacer cinco?
Ahora llegaríamos a seis. Siete en 2018. En 2042 llevaríamos 13. Y 24 en 2086.
Costo: varios millones de dólares que se van en concursos, comparar diseños y después pagarle a la agencia de publicidad respectiva, que seguro es de las más caras de la plaza.
Después hay que modificar sobres, hojas, documentos oficiales y papelería en general. No solo en el país, también en el extranjero. Y todo lo que tenga el logotipo viejo se des¬truye, quema y bota.
Hay que suprimirlo en los avisos camineros que indican obras en la región: agua, pozos, canales de regadío, electrificación, en fin, lo que hace un gobierno.
Más de alguien, y en algún pueblo perdido del sur de Chile, se ha topado con un cartel y la marca de un gobierno pretérito, que nadie se preocupó de sacar.
Se deben desprender los carteles camineros donde se anuncia la fecha de inicio y término de una obra. Esos puentes, embalses, hospitales, puertos, costaneras y obras importantes que cruzan de un gobierno a otro.
Entonces, por una vez, solicitamos lo elemental.
El nuevo gobierno hace una ley, la vota el Parlamento y así nace un logotipo institucional de consenso y permanente.
Algo que no nos haga gastar plata en banda y en vano.
Un emblema que sea el orgullo del Estado republicano.
Algo que no sea el monito del gobierno de turno.
Más todavía si es la de todos los chilenos.
Si queremos ser un país desarrollado, hay que partir por un logotipo institucional que no sea del gobierno de turno, como hasta ahora, sino del Estado. Y no haya necesidad de cambiarlo, borrarlo, suprimirlo y descerrajarlo, con el cambio de gobierno.
Este es el momento.
A las autoridades recién llegadas y a los que están por llegar, les pedimos con humildad: pónganse de acuerdo y hagan lo de Alemania o Estados Unidos, y elijan por consenso y acuerdo un símbolo eterno.
Desde 1990 a la fecha llevamos cinco logotipos institucionales.
¿Costo, dedicación y pago de servicios?
No tenemos noción ni conocimiento exacto, pero una cosa sí sabemos: el dinero gastado se lo llevó el río.
Patricio Aylwin: Estrellita con forma hu¬mana y con los colores de la bandera a su alrededor, y sin huemul, cóndor y tampoco la frase “Por la razón o la fuerza”.
Eduardo Frei: Escudo chileno más o menos abstracto, sobre un fondo negro y oval, la palabra Chile se salía del óvalo y el logotipo no incluyó “Por la razón o la fuerza”.
Ricardo Lagos y Michelle Bachelet: Alegoría de la bandera chilena compuesta por cubitos ordenados, se prescinde del escudo y por tanto del ave majestuosa, el ciervo andino y la frase respectiva. También de la estrella.
Sebastián Piñera: Durante 2010 empleó un escudo en blanco y negro y en la base las pala¬bras “Gobierno de Chile” en color. Ese logotipo fue reemplazado por el actual: cuadrado con los colores rojo y azul y en la parte superior el escudo y la frase “Gobierno de Chile”.
¿Finalidad del identificador gráfico o logo¬tipo institucional?
Simbolizar y representar la unidad e iden¬tidad de Chile.
¿Y para eso tuvieron que hacer cinco?
Ahora llegaríamos a seis. Siete en 2018. En 2042 llevaríamos 13. Y 24 en 2086.
Costo: varios millones de dólares que se van en concursos, comparar diseños y después pagarle a la agencia de publicidad respectiva, que seguro es de las más caras de la plaza.
Después hay que modificar sobres, hojas, documentos oficiales y papelería en general. No solo en el país, también en el extranjero. Y todo lo que tenga el logotipo viejo se des¬truye, quema y bota.
Hay que suprimirlo en los avisos camineros que indican obras en la región: agua, pozos, canales de regadío, electrificación, en fin, lo que hace un gobierno.
Más de alguien, y en algún pueblo perdido del sur de Chile, se ha topado con un cartel y la marca de un gobierno pretérito, que nadie se preocupó de sacar.
Se deben desprender los carteles camineros donde se anuncia la fecha de inicio y término de una obra. Esos puentes, embalses, hospitales, puertos, costaneras y obras importantes que cruzan de un gobierno a otro.
Entonces, por una vez, solicitamos lo elemental.
El nuevo gobierno hace una ley, la vota el Parlamento y así nace un logotipo institucional de consenso y permanente.
Algo que no nos haga gastar plata en banda y en vano.
Un emblema que sea el orgullo del Estado republicano.
Algo que no sea el monito del gobierno de turno.
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