por David Gallagher
Diario El Mercurio, Viernes 16 de Diciembre de 2011
Diario El Mercurio, Viernes 16 de Diciembre de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/12/16/neblina-en-el-canal-de-la-manc.asp
Se dice que en un diario inglés de antaño apareció una vez un ruidoso y alarmante titular: "Neblina en el Canal de la Mancha. Continente aislado". El cuento, sea o no apócrifo, ilustra la visión, a menudo condescendiente, y casi siempre ambivalente, que tienen los ingleses de un "continente" del que se sienten parte sólo a medias. Una visión que, al fin y al cabo, no es tan distinta de la que tenemos en Chile de América Latina.
Esta ambivalencia se ha manifestado en las relaciones británicas con la Unión Europea. En 1955, el gobierno conservador de Anthony Eden, sin meditarlo mucho, decidió no sumarse al tratado cuando se firmó. Gran Bretaña después se arrepintió, pero tuvo que esperar hasta 1972 para tener otra oportunidad, ya que el general De Gaulle la vetaba con el argumento, bastante plausible, de que la vocación de los "anglosajones" no era europea sino atlántica. En 2002, el Reino Unido no se sumó al euro. En 2009, David Cameron sacó al Partido Conservador del Partido Popular Europeo. Finalmente, en la cumbre de Bruselas de la semana pasada, Cameron le propinó un vistoso veto al cambio que se proponía en el Tratado de Lisboa, para darle un marco legal a una propuesta unión fiscal. Como Eden en 1955, Cameron parece no haberlo meditado mucho: fue una decisión casi distraída, tomada en la madrugada, cuando los otros países no querían darle unas complejas salvaguardias que pedía para el sector financiero.
Estos actos de reticencia frente a Europa han sido populares en Inglaterra (aunque menos en Escocia, donde el nacionalismo reinante es más bien anti-inglés), pero han significado que Gran Bretaña, de una tradición más liberal que la del "continente", tenga menos ascendencia allí, y que por tanto Europa sea más estatista de lo que podría haber sido. Fue Tony Blair quien dijo "Si cooperas con Europa, eres traidor en Gran Bretaña. Si eres poco razonable en Europa, los británicos te alaban, pero en Europa pierdes influencia". Muchos piensan que Cameron acaba de ocasionar una pérdida definitiva de influencia. Piensan incluso que, por eso mismo, el sector financiero británico estará más vulnerable que nunca a las decisiones controlistas de Bruselas.
Pero hay observadores influyentes que creen que Cameron hizo bien. En un blog del Financial Times, George Soros elogió su acción por ser "una gran movida para el Reino Unido. Europa está condenada, y con este veto, el Reino Unido obtiene una enorme ventaja en el mundo post-euro". Cabe acordarse que Soros fue el financista que apostó contra la libra en 1997, ganándose mil millones de dólares en la pasada.
Si bien el veto de Cameron puede parecer un exceso, algunos de los temores británicos en relación con Europa son atendibles. El continente hace rato tiene pésimos líderes. Son los que han permitido que convivan, imposiblemente, políticas fiscales dispares con una sola moneda. Son los que, frente a la inevitable crisis, improvisan ineptamente de una cumbre a otra, ante el estupor e incredulidad de los mercados. Hay también aprensiones británicas más profundas, en torno, sobre todo, a la idea, que emana de Bruselas, de que en el continente tiene que haber más y más unión, en todos los ámbitos, porque la unión de por sí es un valor irrebatible. ¿Por qué lo sería? ¿No tiene valor también la diversidad, la diferencia? En todo esto se ha vuelto políticamente incorrecto cuestionar a Bruselas, y el que se opone a su constructivismo unitario es tildado de irracional, como si estuviera opuesto a una fuerza natural. Curioso, porque lo que es antinatural es la camisa de fuerza que pretenden ponerle a Europa con tanta uniformidad. Con razón quedan tan atónitos los mercados.
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