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Cine: El sueño eterno

"Es todo el cielo un presagio, y es todo el mundo un prodigio". La frase, de Calderón de la Barca, resuena en cada uno de los planos de Misterios de Lisboa, la película-despedida de Raúl Ruiz y un compendio de su cine, apto para seguidores e iniciados.
En esta segunda parte, la proliferación narrativa propia de su cine explota con más fuerza, para mostrar en plenitud a este Ruiz con vocación de escritor, que desde sus inicios se las arregló para que las adaptaciones de obras literarias fueran una excusa para poner en escena sus obsesiones. Entre sus aliados: Alejandro Sieveking, Kafka, Klossowski, Calderón de la Barca, Stevenson, Proust, y ahora Camilo Castelo Branco, escritor portugués del siglo XIX.
En clave de melodrama, Misterios de Lisboa narra la historia de João, un huérfano criado por el padre Dinis, en la que se cruzan amores frustrados y duquesas desdichadas. La segunda parte sirve para atar cabos: conocemos la historia del padre Dinis y a Elisa de Montfort, mujer maldita y amor funesto de un joven João, que ahora se hace llamar Pedro da Silva. Justamente lo más fascinante es conocer cómo todos los personajes han tenido dos y hasta tres vidas. El cura, que antes fue un amante apasionado. El ladrón devenido en aristócrata, escoltado por un curioso sirviente-perrito. Lo dice el padre Dinis: "Fui otros hombres, pero todos ellos murieron".
Para la puesta en escena, Ruiz, como los viejos que cuentan historias en el campo, se sirve de todo. De una fotografía y una dirección de arte impecables. De la cadencia envolvente del portugués. De una comunión perfecta con Jorge Arriagada, compositor de la música de sus películas, que acá escribió una partitura tan hermosa como la de Las tres coronas del marinero y Las almas fuertes. Y de una cámara que es un prodigio, que se cuela por ventanas y puertas, y que resulta arrebatadora en ese plano secuencia donde se presenta a Elisa de Montfort, trepando escaleras y espiando las conversaciones.
En un relato sobre el ciclo de la vida, sobre identidades perdidas y otras vidas, el momento más emotivo llega cuando Ruiz se pregunta sobre eso que nadie se atreve a preguntar: cómo se filma la muerte. Así, es inevitable recordar sus palabras al recibir el Premio Nacional de Arte: "Las películas no las vemos, las soñamos".
"Misterios de Lisboa", II parte. Normandie y Centro Arte Alameda. En este último, el sábado 17 se exhibirán las dos partes, a las 16 h. Presenta el crítico de cine René Naranjo.

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