WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

La historia y la geometría



por Jorge Edwards
Diario La Segunda, Viernes 09 de Diciembre de 2011   
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2011/12/09/la-historia-y-la-geometria.asp

El político es el que comprende la historia, el que conoce su evolución, el que examina los hechos, cavila, duda, y al final decide. El ideólogo, el que algunos llaman revolucionario, tiene una idea preconcebida y trata de imponerla contra viento y marea. El político, por oficio, por instinto, está más cerca de las realidades. El ideólogo prefiere la abstracción, la razón razonante, la geometría. Los franceses, que tienen la virtud de reeditar sus cosas, de revisarlas, de mirarlas desde puntos de vista diferentes, han pensado y escrito mucho sobre estos asuntos. El ideólogo, producto de la gran revolución del siglo XVIII, se llamó «jacobino» en los orígenes y puede seguir llamándose así. En toda crisis aparecen jacobinos por todos lados, mientras los políticos están obligados a imponerse con lentitud, con perseverancia, con juicios ajustados. Los jacobinos hablan hasta por los codos y en general repiten las mismas cosas. A los políticos les conviene manejar el silencio, callar cuando es necesario, y hablar con brevedad, con claridad, en los momentos oportunos.
A propósito de todos estos temas, se acaba de reeditar un gran clásicodel siglo XIX francés: Los orígenes de la Francia contemporánea, de Hipólito Taine. En mi calidad, que algunos podrían calificar de enfermedad, de lector de viejos mamotretos, corro a comprar la obra a la librería más cercana. No tengo tiempo ni para leer, y menos para recorrer librerías, como me gustaba hacerlo en épocas pasadas. Pero reviso el volumen de mil setecientas páginas, en letra chica, y me las arreglo de alguna manera. Lo leo en las noches, y cuando me quedo dormido, el grueso libraco se cae de la cama con un estrépito escandaloso. Es como un despertador de papel. Hipólito Taine tiene un largo capítulo dedicado a los jacobinos, y parece que hablara de algunos chilenos de hoy. Es un prejuicio mío, como comprenderá el astuto lector.
El político auténtico, dice Taine, sólo aplica su ley por partes, gradualmente, provisionalmente, ya que se interesa en constatar sus efectos. Está siempre dispuesto a corregir, a suspender, a atenuar su obra, de acuerdo con el buen o mal resultado de la prueba. El estado de la materia humana que él maneja, con que él está condenado a trabajar, sólo se revela a su espíritu, por superior que éste sea, al cabo de una sucesión de ensayos. En el caso del jacobino, advierte el maestro, todo ocurre al revés. Su principio es un axioma de geometría política que lleva la prueba en sí mismo; como en los axiomas de la geometría corriente, está formado por la combinación de unas pocas ideas simples, y su evidencia se impone de una vez por todas. Desde el momento en que esas ideas han cuajado en él, se convierten en un dogma que él aplica de inmediato, entero, en toda ocasión y en forma extrema. De los hombres reales no se ocupa para nada. Ni siquiera los ve. ¿Creen ustedes que exagera Hipólito Taine? Entre los críticos de la revolución francesa, que proliferaron en Francia y en toda Europa en el siglo XIX, Taine no es de los más exagerados y reaccionarios. Es un liberal con algunos rasgos conservadores. Nadie podría sostener que es un legitimista extremo o un fascista anterior al fascismo.
Después de pintar con ferocidad al personaje del jacobino, Taine comenta las verdades revolucionarias contenidas en los textos de Desmoulins o Marat, en los opúsculos y los discursos de Robespierre y Saint Just. Su juicio sobre la oratoria de Desmoulins y de sus amigos, que hablaban en las esquinas, en las plazas públicas, es lapidario. Nunca se ha hablado tanto, dice, para decir tan poco. La verborrea hueca y el énfasis galopante ahogan toda verdad bajo su monotonía y bajo su hinchazón.
El texto de Taine es un híbrido: en parte historia, en parte reflexión, en parte filosofía política. Hay un ilustre antecesor suyo que piensa de manera bastante parecida: Alexis de Tocqueville. Los pensadores de extrema derecha que surgieron después de 1789, los defensores a toda costa del antiguo régimen, trataron de asimilarlos, pero nunca lo consiguieron. Los nacionalistas fanáticos de épocas más cercanas hicieron un intento intelectual parecido, pero no les fue demasiado bien. Personajes como Taine, como Tocqueville, se colocaban a prudente distancia de los extremistas, de los Robespierre y los Saint Just, pero tampoco se acercaban demasiado a los conservadores, y menos a los nostálgicos del Antiguo Régimen. Hoy día quizá se diría que formaron parte de un centro liberal, pero cuando se presentaban las crisis mayores, el centro tendía a desaparecer. Era una notable constante histórica, quizá una desgracia repetida. Cada vez que se producía una crisis de la sociedad, las fuerzas centrífugas ocupaban el primer plano.
Nosotros hemos escuchado de estas cosas, y sabemos lo que significan, pero llega un momento, una culminación de los sucesos, y no nos queda más remedio que tomar palco. Dejo, por mi lado, los capítulos de los jacobinos, que tengo que acercar a la luz del velador para alcanzar a leerlos, y paso a los de Napoleón Bonaparte. El Napoleón de Taine es fascinante y tiene algo implacable, terrible. Necesito muchas horas más de insomnio para empezar a hincarle el diente. Me pregunto si la mentalidad del jacobino, de muchos jacobinos, unido al cataclismo político, al cambio de régimen, a la desaparición de las viejas tradiciones, no produjo directamente al personaje de Bonaparte. Era una especie de jefe renacentista rezagado, con mucho de italiano de provincia, cosa que no les gusta demasiado a los franceses, y tenía una intuición del poder y de la autoridad enteramente superior. Sólo termino con una escena descrita por Taine. Son los comienzos de Napoleón como joven general francés. Tiene una reunión con viejos generales experimentados, que hacen comentarios poco amables. El nuevo jefe se hace esperar un rato. Después llega con paso rápido, ajustando su espada, se planta frente al grupo y da órdenes terminantes. Al revés de los jacobinos, habla poco y se limita a mencionar situaciones de poder, de distribución de fuerzas de tierra y marinas. En la sala no vuela una mosca. Los viejos generales han comprendido la situación en muy pocos minutos. El desorden revolucionario había empezado a cristalizar en una forma imprevista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS