Susurros y gritos
por Antonio Martínez
Diario El Mercurio, Wikén, viernes 16 de diciembre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/12/16/wiken/lascriticas/noticias/691A37A6-20B2-47DC-884B-10F29AADEA73.htm?id={691A37A6-20B2-47DC-884B-10F29AADEA73}
Al personaje de Isidora le empieza a ocurrir lo mismo que le pasaba a la madrina de "Palomita Blanca" (1973): se está enfermando, la memoria se deteriora y se puede convertir en una de esas señoras que vagan por recuerdos que ya nunca se conectarán.
Lo increíble, pero cierto, es que la actriz que fue una mujer de edad a comienzos de los 70 se mantiene parecida el 2010 y todavía sigue siendo Bélgica Castro, más acá del tiempo. Y su esposo, el dramaturgo y actor Alejandro Sieveking, interpreta a Enrique, que es su pareja en la película.
Es de mañana, aún están en cama y él se asusta, porque su Isi se despierta gritando, levemente. La mujer abre los ojos, piensa y le cae el presente de a poco porque la película es como la vida de los viejos: demorosa, lenta, mínima.
La cámara descubre el departamento y sus piezas, algunos adornos de vidrio, una colección de máscaras por la pared y dos gatos gordos, pesados y seguramente flojos.
Un universo donde todo cuesta y más si se vive en un piso ocho, frente al Cerro Santa Lucía, con un ascensor que de nuevo se estropeó.
Hay un momento, en el baño, donde Isidora se mira al espejo y ese reflejo es lo que la película filma, con dramatismo y respeto. La persona que era y lo que se empieza a perder. Y los objetos del departamento y su significado también están por desvanecerse.
La película, entonces, filma la senectud de las personas y sus pertenencias, porque los viejos y sus cosas se necesitan y cuando uno se acaba, se termina lo otro.
Isidora está en el atardecer de la lucidez y su mundo -porcelanas, adornos, remedios- en vías de convertirse en cachivaches.
La mujer no cierra una llave, el lavatorio se rebalsa y esa persona, entonces, se siente vieja, débil, fantasmal y aparece el miedo.
El mejor ejemplo, quizás, está en las escaleras del edificio, donde los peldaños y la baranda se transforman en un abismo para Isidora porque ya todo es peligroso: hervir el agua, agacharse, mirar por el balcón.
La película de Sebastián Silva y Pedro Peirano decide incorporar más elementos y personajes, y la historia mínima y callada se convierte en un melodrama estridente con la llegada de la hija Rosario y su novia Hugo, donde las actrices Claudia Celedón y Catalina Saavedra un poco caen en la trampa de la sobreinterpretación, después de tantos elogios y premios, por trabajos anteriores y parecidos.
Lo más notable de "Gatos viejos" es lo tenue y delicado de ese matrimonio de veteranos, con actores que apenas cruzan el umbral de la actuación y lo hacen con silencios y susurros, sin necesidad de inundación histriónica y reproches por herencias de menos y dineros de más.
"Gatos viejos" es una gran película durante largo rato, sobre todo cuando se sostiene con dos protagonistas y paciencia oriental, cuando filma los trastos viejos y el peso del aire.
Chile, 2010. Directores: Sebastián Silva y Pedro Peirano. Con: Bélgica Castro, Alejandro Sieveking, Claudia Celedón, Catalina Saavedra. 90 minutos. Mayores 14 años.
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