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Una zona de riesgo en Europa


Natalia Shapovalova: "Europa no debería considerar la anexión de Crimea como una disputa entre Ucrania y Rusia. Se trata de un problema de alcance mundial: la revisión de unas fronteras estatales por medios militares..."


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Al perder Crimea como resultado de la ocupación militar de Rusia, Ucrania no solo pierde una parte de su territorio y de su población. Pierde su aparente paz y la ilusión de la seguridad. A diferencia de sus otros vecinos post soviéticos, desde su independencia en 1991, Ucrania no ha sufrido guerras secesionistas ni agresiones de sus vecinos.

Es probable que Crimea se convierta en una zona de inestabilidad e inseguridad para Ucrania por largo tiempo, mientras cabe en lo posible que la agresión militar de Rusia a Ucrania no se detenga en la península, sobre todo si no se encuentra con una respuesta adecuada de las autoridades de Kiev y, lo que es más importante, de la comunidad internacional.

Crimea siempre ha sido una parte especial de Ucrania. República autónoma en un Estado unitario, es la única región en la que los ucranianos son minoría y el puesto avanzado de influencia de Rusia en Ucrania debido principalmente al estacionamiento de la flota rusa del Mar Negro.

Sin Crimea, donde los sentimientos pro rusos y antioccidentales han sido tradicionalmente muy fuertes, Ucrania podría llegar a ser el país más homogéneo de cara a la integración en Occidente. Sin embargo, es posible que eso solo parezca una ilusión. Cabe la posibilidad de que Crimea llegue a ser una herramienta eficaz en manos de Rusia para frenar los planes de Kiev de desarrollar relaciones más estrechas con la Unión Europea y la OTAN y llegue a poner en peligro la existencia de Ucrania como Estado.

La economía de Crimea ha llegado a representar el 3% del PIB de Ucrania, pero dos tercios de las finanzas públicas de Crimea han sido subvencionadas por Kiev. Las autoridades separatistas expropiarán las propiedades estatales de Ucrania en Crimea.

Esto significa que Ucrania perderá puertos y ferrocarriles, complejos turísticos, viñedos y la empresa de petróleo y gas del Mar Negro, de importancia estratégica, en la que Kiev ha invertido cuantiosas sumas para la exploración de gas en la plataforma marítima para reducir la dependencia que Ucrania tiene del gas ruso importado.

Por otra parte, Ucrania perderá el acceso a la exploración de hidrocarburos en la plataforma marítima, en la que obtuvo 1,65 mil millones de metros cúbicos de gas durante 2013.

Crimea ha sido la principal zona de vacaciones de Ucrania. Cuatro millones de ucranianos al año van a Crimea en verano. Al tener un clima subtropical, un paisaje pintoresco y un rico patrimonio histórico y cultural, con un aumento de la inversión en su infraestructura y con su desmilitarización la región podría haberse convertido en la Riviera del Mar Negro. Una oportunidad perdida para Ucrania, pero probablemente también para Crimea.

En términos económicos, Crimea puede perder mucho más que Ucrania. A pesar de un mito propagado por Moscú de que Crimea fue entregada a la Ucrania soviética por una decisión de pura voluntad de Nikita Khrushchev, había razones, principalmente económicas, detrás de la transferencia de la península.

Crimea depende de los abastecimientos de gas, agua y electricidad de Ucrania. No tiene con Rusia ninguna conexión de transporte que no pase por Ucrania, a excepción del enlace de ferry a través del estrecho de Kerch. Muchos habitantes de Crimea viven de los turistas, el 70% de los cuales provienen de Ucrania.

Al convertirse en un territorio militarizado y en disputa, Crimea puede correr el mismo destino que Abjasia. Famoso centro turístico del Mar Negro en la época soviética, esta región independizada de Georgia atrae hoy a pocos turistas. El reconocimiento de la independencia de Abjasia por Rusia no ha acarreado inversiones rusas en el sector turístico, mientras que su presupuesto depende en gran medida de la ayuda de Moscú.

Las consecuencias más graves de la anexión de Crimea por Rusia tienen que ver con la seguridad. Ucrania se enfrenta ya al problema de cómo evacuar de la península ocupada a los soldados ucranianos y a sus familias sin ponerlos en riesgo. Llegan también informaciones preocupantes de que representantes de minorías étnicas y religiosas (los tártaros, ucranianos, judíos y cristianos no ortodoxos) se enfrentan a presiones cada vez mayores y, en algunos casos, a persecución en Crimea. No hay que descartar que los centenares de crimeos que han huido desde la península ocupada a Ucrania lleguen a convertirse en miles.

Más importante es que tal vez el Kremlin no se dé por satisfecho con la anexión de la península sino que trate de ir más lejos apoderándose de otras zonas ucranianas del este y del Mar Negro y dividiendo el país en dos partes. En cualquier caso, al encontrarse con dos enclaves militarizados en sus fronteras (Crimea y el protectorado ruso de Transnistria, una región escindida de Moldavia, donde también hay tropas rusas), las regiones del sur de Ucrania se encuentran sometidas a una presión militar cada vez mayor.

Si Europa no reacciona a la anexión de Crimea por Rusia, alentará aún más la intervención militar en la Ucrania continental y, en el futuro, operaciones similares "humanitarias" en Moldavia, Kazajistán y otros países (hay que pensar en los estados bálticos), donde viven grupos de población de lengua rusa. Europa no debería considerar la anexión de Crimea como una disputa entre Ucrania y Rusia. Se trata de un problema de alcance mundial: la revisión de unas fronteras estatales por medios militares. Rusia ha desafiado el orden internacional y ha amenazado la propia seguridad de Europa.

Natalia Shapovalova
Analista de FRIDE

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