Entre las cosas que me marcaron en mi paso por el colegio está esa obsesión que nos inculcaron por ser buenos ganadores y buenos perdedores. En cualquier competencia –deportiva, política, de mercado– no hay nada que dañe más las confianzas que los malos perdedores y los malos ganadores. Eso es parte de lo que los gringos llaman fair play.
Algunos personeros de la Concertación han sido malos ganadores. Estos son los hechos: Javiera Blanco, Ministra del Trabajo, dijo que “habrá un antes y un después en materia laboral”. Máximo Pacheco, Ministro de Energía, afirmó que la “herencia del gobierno de Piñera en materia energética es lamentable”. Y la más reciente de las joyas es del presidente del PPD, senador Jaime Quintana, quien avisó que “no vamos a pasar la aplanadora, sino a poner una retroexcavadora. Hay que destruir los cimientos del modelo neoliberal”.
Por su parte, el gobierno de la presidenta Bachelet decidió retirar tres proyectos que habían sido aprobados por la Comisión de Educación del Senado: El que crea la Superintendencia de Educación Superior, el que establece un nuevo sistema de financiamiento de la educación superior y el que crea la Agencia Nacional de Acreditación. Lo más increíble es que en la sala concurrieron los votos favorables del mismísimo senador Quintana y de la hoy ministra Rincón, encargada de retirar estos proyectos.
¿Qué explica tanta bipolaridad? La respuesta es simple: la izquierda es madre y maestra en el uso de símbolos. En este caso, las afirmaciones antes descritas y el retiro de los proyectos son una señal clara para el país de que todo lo que hizo el gobierno de Piñera es malo. Es, por tanto, necesario partir de cero.
En efecto, hoy la Nueva Mayoría pareciera que no le reconoce nada al gobierno anterior. Critican la desaceleración como si fuese recesión, cuestionan las estupendas cifras de la reconstrucción, retiran del Congreso proyectos del ley consensuados e incluso se atreven a poner en duda verdades indesmentibles, como el casi millón de empleos creados en los últimos años.
Están más preocupados de Piñera 2017 que el propio Sebastián Piñera. Su acción se está centrando más en pelear con el gobierno anterior, que en gobernar.
Chile no va a avanzar así. Partir de cero no es una opción. Este modelo que critica el senador Quintana es el mismo modelo con que la Concertación gobernó en el pasado. Este modelo que “hay que demoler” es el modelo que permitió que el Chile de los 80’ en el que una de cada dos personas era pobre, se transformara en el Chile de hoy en el que uno de cada siete lo sigue siendo. Y ese mérito es tanto de la Concertación que gobernó en forma responsable, como de la oposición que intentó ser constructiva.
Chile necesita acuerdos. En poco tiempo estaremos discutiendo los temas más importantes para el país: los impuestos -que afectan a la economía- y la educación. Y pasar la aplanadora es un error porque la democracia supone alternancia en el poder. Si no hay acuerdos, con cada cambio de gobierno se echará todo abajo y se empezará de cero, sin las necesarias políticas públicas de largo plazo que aseguren estabilidad y progreso.
El gobierno pasado tuvo cosas buenas y malas. Negar las primeras es de una mezquindad y falta de honestidad gigantes. Es de mal ganador. Y esa actitud destruye las confianzas necesarias para el trabajo que juntos –gobierno y oposición- deben hacer con miras a generar mayor progreso.
El peor error de la Alianza sería resistirse a cualquier cambio, el de la Concertación el querer cambiarlo todo. Pensando en Chile lo que conviene es algo entre esos dos extremos; algo con consensos y sin aplanadoras.
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