WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Saturnino

MARCELO CON, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 15 DE MARZO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/03/15/MARCELO-COM/SATURNINO/1887636



COMO primogénito sería tocayo de su padre, abuelo, bis y tatarabuelo perpetuando así una tradición familiar que, según decían, llegó a Chile cruzando la cordillera a caballo en los tiempos de la Patria Vieja. En todo caso, lejos de sentirse orgulloso, a Saturnino Quinto nunca le gustó su nombre, le parecía raro, avinagrado, con olor a naftalina y cara de viejo pelado. Él hubiera preferido algo menos chistoso como Matías o cualquier otro que no rimara con “Cabeza de Pepino” o “Chancho Cochino”.
No tenía hermanos ni primos, sus tíos lo llamaban “Saturnino chico” y en un mantra de vitrola, cada domingo su abuela le repetía “tienes que seguir los pasos de tu padre”, entonces, a la sombra de su viejo el niño empezó a crecer con muy poco sol, tratando de convertirse en algo que no era, una especie de minimí de aquel abogado exitoso, conservador, poco cariñoso, lejano y ajeno.
Su derrotero era una mancha de nacimiento, estudiaría en el mismo colegio que su padre, luego entraría a la facultad de leyes (como su padre y abuelo), se casaría con una “niñita bien” (como su padre, abuelo y bisabuelo) y a su primer hijo lo llamaría Saturnino (como todos los anteriores).
En su cumpleaños número 15 y quizás, en un intento para que su niñito descubriera un multiverso más allá de aquel universo de arquetipo postizo, la madre le regaló un telescopioy el adolescente comenzó un desvelo de noches negras y brillantes, observó a Rigel y Betelgeuse, gigantes rojas, enanas blancas, naranjas y marrones. Con ojeras fugaces leyó todo lo que estuvo a su alcance en materia de astronomía, logró identificar cada constelación, descubrió meteoritos y como cartógrafo satelital, dibujó su propio mapa lunar. Definitivamente un niño de otro planeta, porque en vez del Pato Yáñez o el Cóndor Rojas, Galileo Galilei y Carl Sagan decoraban su pieza en formato afiche.
Cuando llegaron las vacaciones de tercero medio, su padre lo obligó a trabajar de junior en la oficina de abogados que tenía en el centro, la idea era que el pequeño Saturnino se familiarizara con su destino tramitando, masticando y despachando su futuro. Así pasó enero entero resignado ordenando libros, archivadores y papeles, eso sí, hipotecar el veraneo tuvo un premio contante y sonante, transformando su merecida paga en un nuevo y poderoso telescopio. Sus estrellitas cada vez estaban más cerca.
Dos semanas antes de dar la prueba de admisión a la universidad, el jovencito enfrentó su porvenir. El miedo se hacía agua entre sus dedos y con el corazón galopante y un hilito de voz, le contó a su viejo la intención de estudiar Licenciatura en Ciencias para luego especializarse en astronomía, pero como el nombre Saturnino hace referencia a Saturno (el mismísimo dios que devoraba a sus hijos), el patriarca habló con indignación, sermoneándolo sobre la fuerza de las tradiciones y el respeto a los antepasados. Especuló con generaciones indignadas por desafiar la historia, lo llamó el fruto podrido del árbol genealógico y finalmente, con un cuchillo afilado de chantaje, cercenó sus alas advirtiéndole que sólo pagaría la carrera de derecho; “si quieres ser astrónomo y vivir en la luna, dile a los marcianos que te pasen la plata”.
Esa noche Saturnino no durmió y sólo pudo eclipsar la impotencia con ojo fijo en Júpiter (su planeta favorito), sin tener idea de que en la mitología romana, Júpiter fue el dios caperuzo que finalmente derrotó a su padre, Saturno. Antes del levante, el niño despejó su futuro de nebulosa con una indeleble decisión.
La máxima dice que cada opción que tomes siempre dejará disconforme a alguien, lo importante es que tu elección no sea una autotraición. Muchas tradiciones son raras, impuestas, antojadizas y se supone deben ser respetadas porque hay quienes piensan que al eternizar el rito se evita la aparición del cambio y con él, la incertidumbre. Lo que fue debe seguir siendo, fusionando pasado y futuro en un presente perfecto para él y los suyos. Además, eternizando la tradición esperan con afán solapado eliminar la muerte como total desaparición, una forma ilusa, postiza y torpe de trascender. En cambio, para el poeta tocayo de mi hijo chico, Octavio Paz, vivimos la generación de la ruptura, pertenecemos al ultramodernismo donde destruir lo acostumbrado es un símbolo no sólo de identidad, sino que también de crecimiento, aprendizaje y libertad. El cambio es el fundamento, pero claro, muchas tradiciones son un quásar con una fuerza de gravedad tan poderosa que resulta imposible arrancar.
Saturnino obtuvo dos puntajes nacionales y actualmente, de día es un abogado triste pero respetable. En la noche, con un suspiro de años luz, mira estrellitas ahora imposibles de alcanzar. Se casó con una “niñita bien” y hace pocos meses tuvo su primer hijo. Con la desaprobación de la familia lo bautizó Matías, eso sí, su segundo nombre también es Saturnino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS