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Gran hombre, gran político

ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 29 DE MARZO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/03/29/ALFREDO-JOCELYN-HOLT/GRAN-HOMBRE-GRAN-POLITICO/1917336



“NO HAY muchos de un alto estándar”, sentenciaba Hobsbawm refiriéndose a la calidad de nuestros líderes políticos. Eso a fines del siglo pasado. Desde entonces no han mejorado. Los pocos que quedaban se han estado muriendo. Adolfo Suárez la semana pasada. Mandela en diciembre. Thatcher casi un año atrás.Suárez y Thatcher, aquejados de Alzheimer, cruel enfermedad, epidemiológicamente en alza, capaz de apagar hasta al más gigante.
Susan Sontag y Michel Foucault nos han advertido en contra de la tentación de querer “leer” enfermedades (tuberculosis, cáncer, sida, locura) como metáforas de tiempos históricos recientes. Con todo, no deja de sorprender cuando se producen coincidencias; despiertan cierta necesidad de explicación. ¿Es la muerte de grandes figuras y la muerte de la gran política una pura casualidad o habría algo ahí, cierta sintomatología del olvido enfermo (hay olvidos sanos), en la que, quizá, debiésemos reparar?
Leyendo los elogios póstumos a la figura de Suárez impresionan el casi unánime pesar de que muriera, bastante más que su mera persona, también lo que él significó política e históricamente en su momento. Las alabanzas se centran en la capacidad de diálogo de Suárez, su talento por dejar atrás el rencor, acercar posiciones, construir acuerdos, en fin, haber posibilitado que España se uniese de nuevo. El otro día, a raíz del entierro, otra vez de nuevo.
Todos quienes lo conocieron hablan de su extraordinaria capacidad de seducción. Santos Juliá menciona dos otras cualidades: “nadie llegó a saber en qué consistía su programa político, si tenía alguno”, y que “vivía para la política, y no de la política”. El Rey aprovechó para recordarles a los españoles que él y Suárez impulsaron, junto a otros de variada especie, “uno de los capítulos más brillantes de la historia de España: la Transición”. Fue valiente; no se escondió como otros debajo del escaño cuando Tejero amenazó a pistolazos. “Miró más por su país que por su partido”: otro de los “vivas” que se ha estado repitiendo. “Fue capaz de proyectar su ambición personal y transformarla en la de todos los ciudadanos para romper las ataduras del franquismo” (la UGT, el sindicato entonces marxista, ahora socialdemócrata). Y como dice el secretario del cardenal Tarancón (jefe de la Iglesia y otra de las contrapartes en las negociaciones que significaron la Transición), la clave fue que ambos sintonizaron, llegaron a conocer la manera de pensar del otro, ambos valoraban las palabras: “no se trata de vencer, sino de convencer”, de lo contrario se desemboca en bochornos. El secretario, quien todavía vive, jesuita tenía que ser.
Uno lee estos elogios y es como cursar un diplomado sobre qué es la política. ¿Los habrán leído nuestros políticos? Las transiciones españolas y chilenas guardan similitudes, también diferencias. Quien “piloteó” el cambio en España venía de la derecha. En Chile no hubo “piloto” ni tampoco rey; hubo un capitán general vivo y lideró el primer gobierno un democratacristiano que hizo alianza con la izquierda más tibia. Dos décadas después, sus políticos, con lenguaje de maestros de demolición, llaman a aplanar y “retroexcavar” para así ser fieles y cumplir con el “programa”. No tuvimos un Suárez.

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