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Lo público y las universidades


Carlos Peña: "Lo correcto es diseñar una política pública inspirada en una concepción amplia de lo público (para favorecer la diversidad); pero, a la vez, abogar por un trato preferente a las universidades estatales..."


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¿En qué consiste la esfera de lo público? ¿Es verdad que lo público equivale a lo estatal? Es este un problema que está en el centro del debate educativo y urge intentar dilucidarlo, al menos conceptualmente.

En la literatura es posible encontrar tres concepciones básicas de lo público.

En la economía neoclásica, la expresión bien público alude a un bien que carece de rivalidad para su consumo y produce beneficios que se difuminan entre un amplio conjunto de personas, sea que hayan o no pagado los costos de producirlos. La información científica, el alza en el nivel general de conocimiento -el tipo de cosas que las universidades producen- son bienes de este tipo. Estos bienes plantean un problema de free rider y de ahí que requieran financiamiento con cargo a rentas generales.

No existe, como es obvio, ninguna vinculación necesaria entre esta dimensión de lo público y las universidades estatales. Todas las universidades pueden, en principio, producir esos bienes y aspirar al financiamiento estatal en la proporción en que lo hagan.

Despejado lo anterior, cabe preguntarse qué otro sentido conceptual cabe asignar a lo público. Lo público, según se explica en Habermas, y antes en Kant, puede también equivaler a una cierta forma de ejercer la racionalidad.

Habermas sostiene que el capitalismo del siglo XVI dio origen al surgimiento de un ámbito de sociabilidad hasta ese momento inexistente: la esfera pública. Entre la autoridad (el conjunto de organismos y procedimientos mediante los que se administra el uso de la fuerza) y las relaciones privadas (que incluía las relaciones íntimas y las relaciones mercantiles) surgió, dice Habermas, un ámbito de diálogo y de análisis racional en que los sujetos se reunían para discutir la mejor forma de organizar la vida en común. Esta esfera pública no era parte ni del Estado ni del mercado, sino un ámbito en el que se ejercitaba eso que Kant llamó, a fines del XVIII, uso público de la razón.

Tampoco hay -es fácil advertirlo- ninguna vinculación necesaria entre esa concepción de la esfera pública, y la índole estatal o no de las instituciones. La esfera pública es, por definición, no estatal. La esfera pública chilena del siglo XX le debe tanto a los intelectuales de la Universidad de Chile como a la intelectualidad conservadora de la Universidad Católica o a los intelectuales positivistas de la Universidad de Concepción.

Si lo anterior es así, ¿qué razón hay para reclamar un vínculo privilegiado entre lo público y lo estatal?

Esa tendencia proviene de un tercer significado de lo público.

Este significado de lo público surge a la sombra de la universidad moderna, humboldtiana o napoleónica. Aquí lo público alude a la tarea emancipadora que se atribuye a las universidades en el proyecto de estado nacional. Hay, sin embargo, serias dificultades para que ese modelo posea hoy plena vigencia social. Y es que allí donde la universidad moderna aspira a la homogeneidad bajo la forma de nación, las sociedades contemporáneas anhelan expresar la diversidad de formas de vida que en ella coexisten; allí donde la universidad moderna presume de cultivar el saber, las sociedades contemporáneas declaran que ese saber se fragmenta en múltiples juegos de lenguaje; en fin, allí donde la universidad moderna aspira a ser depositaria de la ciencia, las sociedades contemporáneas también confían en el management y en las public policy .

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