Diario El Mercurio, Sábado 01 de Diciembre de 2012
http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/2012/12/01/las-violetas.asp
Es el nombre de una calle en la comuna de Providencia, y por supuesto la mejor manera de llamar a esas flores de la familia de las violáceas "casi siempre de color morado claro y a veces blancas, aisladas, de cabillo largo y fino y de suavísimo olor, común en los montes de España y cuya infusión se usa en medicina como pectoral y sudorífico". Deni y Raúl viven en Las Violetas y anoche estuvimos en su departamento. Deni, que alguna vez estudió arquitectura, ha sido la principal responsable de que su hogar luzca bello, colorido y luminoso. Se estaban mudando a Las Violetas cuando murió la mamá de Raúl un año atrás. Venían entrando cajas y más cajas cuando cayó la desgraciada noticia. Se sentaron en un sillón del living, aturdidos, y justo en ese momento se escuchó el canto de las monjas vecinas que viven en un convento contiguo al edificio de Raúl y Deni: abrazados, encontraron una excusa perfecta para llorar de pena y por amor.
Hay días en que Deni y Raúl esperan pacientemente que llegue el canto de las monjas, casi siempre a la hora del atardecer. Eso nos decían anoche cuando fuimos a comer y nos sentamos a la mesa. ¿Para qué y por qué reunirse a cenar con esos afectos que se van haciendo indispensables? Para beber y olvidar por un momento el rigor de la contienda de todos los días, para disfrutar una comida bien sazonada, para creer que no estamos solos, para no confundir jamás una cita de amigos con la horrible expresión vida social. Éramos seis en la mesa y no nos atropellábamos para invadir al otro, simplemente conversábamos, comíamos, disfrutábamos, callábamos, nos abrazábamos de vino y humor y una banda sonora que Deni cuidó con el mismo talento con que lo hizo un mes atrás, cuando se casaron con Raúl y en la fiesta del matrimonio nos prometimos esta primera visita a Las Violetas, para de una buena vez empezar a ejercer la amistad de un modo serio y consciente, con atención a los detalles.
Nos levantamos de la mesa, pasada la medianoche, para volver a casa, con el entusiasmo de llevar a cabo una idea loca que fue fraguándose al calor de la conversación. Viajaremos alguna vez a Montevideo a concretarla. Una cena casual de amigos sin otro protocolo que el que impone el cariño es una forma privilegiada de mantenernos vivos. Esto, que es obvio, no lo es tanto en el andar de los días y el trabajo: al modelito capitalista que nos gobierna le gusta someternos, dañarnos la moral, estrujarnos como si existir fuera poca cosa. Cada uno de los que estábamos anoche a la mesa cargamos una mochila de heridas, desconciertos y gratitudes, ¿y qué? Es el equipaje móvil e intercambiable con que hemos ido habituándonos a ser y estar. Pensaba anoche que acompañarse en la vida es un regalo enorme, aunque sea de modo fugaz.
Nos despedimos en la puerta del departamento de Raúl y Deni con la idea de volver a encontrarnos pronto. ¿Cuándo? Cómo saberlo. En la ciudad, salvo que trabajes o estudies en el mismo sitio, organizar una cita es un tema. Como nos gusta tanto Uruguay y pensamos viajar allá juntos alguna vez, Raúl me envía esta mañana un video y el texto de una conversación del Presidente uruguayo Pepe Mujica con la BBC de Londres. No sé si seríamos tan pocos los que votaríamos por él en Chile, pero sabemos que eso nunca podría ocurrir. ¿Un candidato en Chile como Pepe Mujica, con pasado guerrillero? ¿Un candidato cuyo único patrimonio material es una pequeña granja en las afueras de Montevideo donde vive, un par de tractores y dos escarabajos antiguos, y al que algunos llaman el Presidente más pobre del mundo? Mujica, por supuesto, no está de acuerdo con el mote: "¿Pobre yo? Pobres son los que quieren más de lo que yo tengo". Un cantor popular lo dice parecido: "Hay quien es pobre con mucho, yo soy rico con poco".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS