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Acreditación, descrédito, descriterio



Los abusos que han salido a flote evidentemente crearon una competencia desleal. ¿Por qué los otros ?probos? afectados no denunciaron estas prácticas y tuvo que hacerlo Contraloría? La cantidad de exautoridades universitarias convertidas en ?acreditadores? resulta, cuando menos, curiosa.

por Alfredo Jocelyn-Holt - Diario LA Tercera 01/12/2012 
QUE BUENO todo esto que ha pasado con la Comisión Nacional de Acreditación. Supongo que ahora se acabarán los casos de cohecho, soborno, conflictos de interés, lavado de dinero y pago por acreditaciones. El país debería estar muy agradecido de Raúl Urrutia, quien renunció al mes de haber sido designado rector de la Universidad del Mar, desatando una fiscalización (al fin) que ha terminado por poner en jaque a todo el sistema de acreditación universitaria. Aunque qué incómodo debe ser para los restantes rectores, quienes seguro que saben lo que pasa en las instituciones bajo su responsabilidad (por eso lo de “rectores”) y, sin embargo, siguen en sus puestos.
También debe ser preocupante para todos aquellos que, en su momento, crearon este sistema tan lleno de tentaciones. Hace unos días uno de los artífices del esquema, experto acreditador (también “consultor” del rubro), aconsejaba por la prensa que había que “transparentar”. Un comentario atendible si no fuera que el escándalo consiste en el clásico cazabobos, el de entregarles el queso a los ratones; por tanto, persistir en esta misma línea entre tanto roedor revoloteando o es de una ingenuidad digamos que “anatómica” (estoy tratando de evitar la expresión criolla correspondiente), o vamos sumando complicidades. Mejor desbaratar la conspiración; la etapa de transparentar ya pasó.
Motivos hay para sospechar. Los abusos que han salido a flote evidentemente crearon una competencia desleal. Sin embargo, ¿por qué los otros “probos” afectados (“santos inocentes”) no denunciaron estas prácticas y tuvo que hacerlo Contraloría? La cantidad de exautoridades universitarias convertidas en “acreditadores” resulta, por decir lo menos, curiosa. De tan sólo la universidad a la que yo pertenezco -la Universidad de Chile- figuran un ex vicerrector de administración y finanzas y un exvicerrector de asuntos académicos que ocuparon, hasta hace poco, los cargos de secretario y presidente de esta agencia en cuestión. Puesto que de lo que estamos hablando es de “trenzas” entre la CNA y universidades, lo anterior es de sumo delicado. ¿Dónde se van a cortar las responsabilidades: en los pillados con las manos en la masa o en quienes dieron con la receta original de esta, digamos, empanada podrida?
La fuente del lío es la lógica sistémica implícita: a + platas + administración + riesgos de corrupción (regla general) lo cual no significa + calidad en un mundo como el universitario en que, de efectivamente tratarse de un negocio, algo anda muy mal. El querer convertir a universidades más o menos, como las nuestras, en centros de investigación (lo cual supone muchas platas) es de las arrogancias chilenas recientes con menos fundamento detrás. Habemos muchos que creemos que nuestras ventajas académicas apuntan más bien a la docencia, la cual requiere poca plata; de hecho, es pésimamente pagada (una vergüenza), pero al menos se sostiene con auténtica vocación. Téngase por seguro de gente que no va a caer en esta vuelta aunque haya visto la danza de los millones ante sus narices. Nunca ha habido más platas en las universidades públicas, para qué decir en las privadas, que hoy día. Platas, eso sí, que hacen sonar la orquesta y sacan a bailar a las niñas.

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