LUIS LADRÓN DE GUEVARA Nueva publicación rescata su trabajo:
La misión de Luis Ladrón de Guevara (1926) fue retratar el esplendor de las fábricas, los avances en la construcción y las nuevas tecnologías de la segunda mitad del siglo XX. Testigo privilegiado de un país que cambiaba profundamente, el fotógrafo transformó a la modernidad en un objeto estético.
por Constanza Rojas Valdés
Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 2 de diciembre de 2012
El paso a paso para armar un auto. La construcción de un puente. El sistema de almacenamiento del salitre. Las instalaciones para comunicar un territorio largo y angosto. Durante la segunda mitad del siglo XX la industria chilena crecía, el país se desarrollaba y alguien tenía que difundirlo para que otras empresas se enteraran y entusiasmaran. Para que, así, hasta en el extranjero se conocieran los avances que se vivían en el sur de América.
Hubo un nombre clave en esta tarea: Luis Ladrón de Guevara. Hijo del premio Nacional de Arte Laureano Ladrón de Guevara y la periodista danesa Else Marie Larsen, nació en Dinamarca en 1926, pero pronto llegó a vivir a Chile. Desde su infancia estuvo rodeado de cámaras fotográficas, hasta que él mismo, cerca de los doce años, pasó de ser el retratado a ser el que capturaba la imagen.
En 1942 entró a la Escuela Nacional de Artes Gráficas, donde se deslumbró con el trabajo de Antonio Quintana. Egresó como Técnico en Publicidad, y su primer intento como fotógrafo fue cerca de 1948, cuando instaló un laboratorio en un rincón del taller de su padre, en la escuela de Bellas Artes. "Ahí empecé a tomar fotografías a pintores, escultores y sus obras. Pero eso no me rindió mucho", recuerda hoy Ladrón de Guevara en su casa de La Reina.
Su acercamiento a las industrias no fue a partir de la fotografía. Sus primeras funciones en empresas como Nestlé y Shell, en los años 50, fueron como publicista, pero eso lo llevó a conocer sus fábricas y las de su competencia, en Chile y el extranjero.
Pronto notó que las empresas necesitaban registrar y comunicar sus avances por medio de imágenes; encontró ahí un nicho y en 1958 se independizó. Sus servicios fueron contratados para obras como las de las poblaciones Chinchorro y Estadio, en Arica, y la pavimentación del camino de Agua Santa entre Santiago y Viña del Mar. Formó la sociedad Ladrón de Guevara y Cía., llegó a colaborar para varias filiales de la Corfo y, a finales de los 60, ya trabajaba para las principales empresas del Estado, como Endesa, Entel, Enap e Iansa. Su cartera en el ámbito privado crecía con igual fuerza.
El arte tras el registro
"El trabajo de Luis Ladrón de Guevara era conocido por arquitectos y empresas públicas y privadas que contrataban sus servicios fotográficos, pero desde una perspectiva donde primaba lo útil, la ilustración de publicaciones, la decoración de stands para productos en ferias de industria, la edición de memorias. Su mirada sobre los fenómenos industriales, la ciudad y sus habitantes permanecía en segundo plano", dice Samuel Salgado, director de Cenfoto-UDP, en el libro "Luis Ladrón de Guevara. Fotografía e industria en Chile", editado recientemente por Pehuén.
Realizado por Tomás Errázuriz y Rodrigo Booth, la publicación reúne una selección de los trabajos de Ladrón de Guevara. Desde sus retratos de fábricas y trabajadores, hasta algunas imágenes capturadas entre encargos, siempre enfatizando su valor de registro y de objeto estético.
"Que fueran fotografías de arte me resultó más o menos espontáneamente. Al mismo tiempo de cumplir para el cliente, trataba de que la foto estuviera bien compuesta, bien armada. Que dijera lo que tenía que decir. La parte estética salió así, naturalmente", comparte al autor, Luis Ladrón de Guevara. Y ante la pregunta de si es la industria lo que le atrae especialmente como fotógrafo, responde: "Me llama la atención todo, en realidad. La curiosidad es una cosa buena".
Ladrón de Guevara pudo saciar, en parte, esa curiosidad recorriendo el país de norte a sur, y desde lo más alto a lo más bajo: "Trabajaría sobre los 4.000 metros de altura con temperaturas bajo cero y a cientos de metros bajo tierra en una mina subterránea", se lee en el libro. Y Rodrigo Booth agrega: "Hace un registro de una modernización industrial que transformó profundamente el territorio y la ciudad. En un proceso de cambios radicales, él es un testigo muy privilegiado".
Para Ladrón de Guevara la fotografía de industria debe ser, ante todo, clara. Es una imposición entender bien el proceso que se está retratando, para presentarlo de forma comprensible. "Y, como en todas las fotos, hay que buscar la mejor parte", enfatiza.
"Había mucho de suerte", continúa, llamando "suerte" a algo que más bien parece talento. "Un fotógrafo industrial no puede pararse a esperar a que se ponga una nubecita, ni a que el sol ilumine de mejor forma. Tiene que tomar lo que está. Si está lloviendo, sacarla así, y aprovechar esas condiciones lumínicas o los reflejos, que pueden ayudar a la belleza. Se está siempre con los días contados, sobre todo en los viajes".
"Luis es un artista", resume Rodrigo Booth. "Él hace que la industria se vuelva un objeto bello. El sentido común tiende a decir que lo bello no está en la máquina, en los mecanismos, sino más bien en otras cosas. Luis, al tener un gran sentido estético, señala que lo moderno y lo tecnológico pueden ser objetos artísticos".
Para Booth, su fotografía es especialmente valiosa en el formato 6x6, y en blanco y negro ("Tiene una facilidad natural para encuadrar bien en ese formato"), y un rasgo distintivo de sus imágenes es la humanidad que les imprime: "Si bien son imágenes que tuvieron alguna utilidad práctica en términos de difusión, él se preocupa de vincular la industria con lo humano".
No hay nada de azar en esto. Es lo que Ladrón de Guevara buscó siempre a lo largo de su carrera: "Me interesaba mostrar las cosas en su entorno, y la gente. Es muy importante, para la industria especialmente, que haya una persona que le dé la escala, por un lado, y para humanizar la actividad. Me preocupaba siempre de que hubiera un personaje mostrando cómo era el trabajo".
Tiempo de archivar
Con la transformación de la economía, la Corfo perdió protagonismo y Ladrón de Guevara debió mirar más hacia el ámbito privado. Aunque trabajó para grandes obras como las líneas 1, 2 y 5 del Metro, el túnel internacional del Paso Los Libertadores, centrales hidroeléctricas, la Torre Santa María y el mall Parque Arauco, la estructura de las empresas estaba cambiando. Las agencias de publicidad tomaban fuerza y su negocio iba en declive.
Fue la misma modernidad que debía reflejar en sus retratos la que luego lo dejó fuera del rubro: no pudo competir con los avances tecnológicos de la fotografía. Siguió capturando imágenes, pero ya no dedicado a las industrias. Continúa haciéndolo hasta hoy y, paradójicamente, ahora en formato digital. Pero lo que más le preocupa en este momento es terminar de ordenar y catalogar sus fotografías. Sabe que debe hacerlo él mismo, porque los datos de cada negativo están sólo en su memoria. Y sabe, además, que esa memoria es también la de un país.
"Me preocupaba siempre de que hubiera un personaje mostrando cómo era el trabajo", dice el fotógrafo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS