La sólida amistad mexicana-chilena quedó nuevamente demostrada en la feria más importante de Iberoamérica, donde autores, artistas y músicos nacionales participaron como invitados de honor y conquistaron al público tapatío, mexicano y extranjero.
María Teresa Cárdenas Desde Guadalajara
Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 2 de diciembre de 2012
Los amplios pasillos de la Feria del Libro de Guadalajara, FIL 2012, se hacen estrechos por momentos. Inabarcable y abrumadora, por ella circulan miles de personas al día, que van de un stand a otro, de una actividad a otra. Editores y agentes que negocian derechos, escritores que firman libros, se encuentran con su pares de otros países, aprovechan de mirar los stands , esperan la actividad en la que participarán; público general, que con el programa en mano no decide si ir a una conversación, un homenaje, una presentación. Niños, que tienen su propio gran espacio en esta feria; escolares, que con uniforme y en enormes grupos la recorren entre risas pero también atentos a sus intereses; jóvenes, adultos, viejos. Periodistas y fotógrafos, congregados por cientos como cada año, que tratan de abarcar lo inabarcable. "Somos lectores", dice el enorme cartel en la entrada principal, una frase que se repite en cada muro, en afiches, chapitas, sombreros; una frase que está en las calles de Guadalajara y en la que se antepone otra, a modo de invitación: "Llegó el momento". Porque todos estaban convocados a este gran encuentro en torno al libro y la lectura que culmina hoy y que se desarrolló durante una semana.
En ese contexto, Chile instaló su casa. "Una mediagua horrible", dijo Pedro Lemebel, tratando de ponerle algo de pimienta a la participación nacional, que fue adquiriendo día a día un ánimo más festivo y relajado. Porque si bien al principio hubo molestia por parte de los editores por haber sido "ninguneados", lo que se expresó simbólicamente en que sus dirigentes no fueron invitados a la inauguración, recibieron disculpas del Consejo. "Había incomodidades de todos los grupos, de la Cámara, de la Furia, los independientes -dice Beltrán Mena, curador del programa cultural-. Todos quieren participar en un rol más protagónico, y es más o menos entendible, pero lo que he percibido el día uno y ahora no tiene nada que ver. Está todo bien con Arturo Infante (Cámara del Libro), con Paulo Slachevsky (Editores Independientes), con Galo Ghiglioto, de la Furia del Libro. Sus quejas son válidas y están ahí, pero son más bien contra el sistema editorial. Hay un malestar con la salud del sistema editorial en Chile, y traspasárselo a la feria es injusto".
Mena dice que con los escritores la relación ha sido más fácil. "Aparte de las protestas cuando se anunció el programa, que era esperable, yo los veo felices, lo que me tiene muy contento. A medida que van desembarcando se van integrando. Se encuentran con amigos, se alejan un poco del qué dirán chileno, del club, y se dejan llevar por el flujo de la feria, que es muy fuerte, la energía aquí es muy fuerte".
Supervisando cada una de las actividades, Beltrán Mena se ha convertido en la cara más visible de la delegación chilena y en la más transversal. "En Santiago yo nunca quise enganchar en polémicas -dice-, ni ahora tampoco. No quiero entrar en esa chimuchina, lo que estamos haciendo aquí es una cuestión muy grande que, si cada uno hace bien su trabajo, debiera beneficiar a la industria editorial chilena en general, darle redes internacionales; que en vez de publicar 300 ejemplares publiquen 3.300. Yo he preferido colaborar con mi silencio a que esto funcione. Es entretenida la polémica pero es pan para hoy y hambre para mañana".
La polémica más bien se trasladó a algunas mesas, como la de periodismo, en la que Mónica González fue rebatida categóricamente por Héctor Aguilar Camín, cuando criticó el rol de los periodistas mexicanos en la denuncia del narcotráfico. O la de historia y movimiento social, en la que participaron el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, Alfredo Jocelyn-Holt y Patricio Fernández. O en la que se habló sobre Bolaño (ver recuadro).
Con su característico estilo irreverente y desenfadado, Pedro Lemebel lanzó ácidas críticas en su performance . Y en un estilo completamente diferente, Diamela Eltit lamentó, en su conversación con el crítico peruano Julio Ortega, algunas ausencias en la delegación chilena y denunció el maltrato al pueblo mapuche en nuestro país.
Cien autores han animado esta conversación en la FIL. Varios de ellos en el foro creado en el mismo pabellón, con capacidad para 80 personas, pero que en varias oportunidades superó ampliamente esa cifra. Pero son muchas más las personas que circulan por el stand , se detienen a mirar los libros o a ver a algún chileno firmando, como Jorge Edwards, Francisco Javier Olea, Roberto "Titae" Lindl, que lanzó un libro de fotografías de Los Tres; Alberto Fuguet, y tantos otros.
Aunque no tienen un conteo de visitas, Beltrán Mena aventura un cálculo: "La FIL espera 700 mil visitas. O sea que si el 70% entra por la puerta principal, y el 90% de ese 70% pasa por el pabellón, eso significaría unas 550 mil personas. Pero cifras mucho mejores son las ventas. Para mí, la opinión del público es esa: gastar su plata en libros chilenos".
Quien ha visto de cerca los números es Sergio Parra, dueño de Metales Pesados y quien ha estado a cargo de la venta de los 21 mil ejemplares que se exponen en los mesones y en las estanterías que visten este pabellón, una estructura de madera que da las líneas a esta gran casa abierta. Sergio Parra está eufórico, y cada día lanza una novedad, desde que una delegación china quiere invitar a Chile a la Feria de Beijing, hasta que Los Bunkers compraron un montón de libros en el stand . También en su entorno se escucha que un personaje muy acaudalado de México le ofreció comprar el stand . "¡Yo vendo libros!", dice Sergio Parra, sin confirmar el dato, pero divertido con la idea. Ya los primeros dos días, se habían vendido 2.200 ejemplares, equivalentes a unos 39 mil dólares, y al cierre de esta edición, la suma era de 98 mil 500 dólares. Pero se estima que el total será de unos 129 mil dólares, todo un récord.
"Los chilenos están vendiendo como locos", dice Nubia Macías, directora de la FIL y verdadero motor, junto a un equipo de primer nivel, de esta feria que en 26 años se ha convertido en la de mayor tamaño y relevancia en Iberoamérica.
"Yo creo que Chile rebasó las expectativas -dice-. Ha sido una presencia no sólo cálida y especial, sino que ha sido ese encuentro amoroso que pensábamos que se podía dar entre el público y la delegación formada por todos sus creadores. Yo estoy muy conmovida por eso. Y veo la emoción de la gente. Los conciertos han estado a tope, grupos que en Chile quizás ya no son tan famosos, acá son emblemáticos. Ese lazo que hay entre dos comunidades, como la chilena y la mexicana, se ha sentido con mucha fuerza, con mucha belleza. Estoy muy orgullosa de la delegación que consiguieron traer, del impacto que ha tenido".
En un año de trabajo conjunto con la comisión chilena, Nubia Macías estuvo al tanto de las polémicas. "Yo viví las discrepancias en Santiago -señala-, pero vi también cómo las autoridades corrigieron y mejoraron la presencia, y he visto la reacción de todos aquí. Han venido a hacer negocios los editores; los escritores se están sintiendo muy bien".
Y destaca otro récord de Chile: "Nunca había habido tanta gente interesada en acercarse a la literatura del país invitado en su pabellón. Los eventos chilenos prácticamente han estado todos llenos, y es muy bello que te inviten a la sala de tu casa a escuchar tertulias literarias, me parece que tiene mucho sentido. Lo de ofrecer una casa abierta ha sido real".
"Los chilenos están vendiendo como locos", dice Nubia Macías, directora de la Feria.
La corte de Bolaño: Ignacio Echevarría, Roberto Brodsky y Rodrigo Pinto
En "El hijo de mister playa", libro publicado por Almadia y que se presentó el viernes en la FIL, Mónica Maristain construye un retrato de Roberto Bolaño a través de entrevistas y testimonios. Uno de ellos es el del mexicano Francisco Segovia, a quien el entonces poeta chileno conminó a integrar las filas del infrarrealismo. "La cosa es que Bolaño terminó haciendo una cita conmigo, pidiéndome que fuera a verlo para hablar (...). Había como una corte de Bolaño -recuerda Segovia en el libro-. Me recibieron como ujieres y me llevaron a la azotea. Luego se retiraron y quedé solo frente a Bolaño. Tuvimos una breve conversación donde me dijo que me uniera a su movimiento. Era como afiliarse a un partido político y tener un Papa". Cercano a Octavio Paz, Segovia finalmente se negó a seguirlo en su aventura vanguardista. "Si no estás conmigo, estás contra mí", le dijo el chileno, y fue la última vez que hablaron.
Casi cuarenta años después y ya muertos Bolaño (1953-2003) y el infrarrealismo, otra corte se ha dado cita en México, esta vez en Guadalajara. Así, frente a un público notoriamente bolañista, sus amigos Ignacio Echevarría y Roberto Brodsky sostuvieron una conversación con el crítico y también admirador de Bolaño Rodrigo Pinto. Quizás para que la cosa no quedara entre incondicionales, invitaron a una voz disidente, el mexicano Carlos Velázquez, quien dijo que la novela en su país está en crisis y que el escritor que más libros ha vendido en México sobre México es Bolaño. También, que en el norte, de donde él proviene, hay una tendencia a catalogar a "2666" como la novela más importante de la zona, por lo que los escritores norteños luchan por sobrepasar la sombra de Bolaño. Hasta ahí todo bien, pero además dijo que se había aburrido con "Los detectives salvajes", que le parecía excesiva, que Bolaño se repetía en sus libros, que con ellos no había roto ningún paradigma. Saltó Echevarría a rebatirlo y así continuó la conversación en la que el español no se guardó epítetos para despachar a otros detractores de Bolaño, citados por Rodrigo Pinto, como Alberto Manguel y Fernando Vallejo. Sobre el primero, Echevarría dijo que era cursi, y a Vallejo lo calificó de pelmazo. "Si no estás conmigo, estás contra mí". Los amigos de Bolaño aprendieron muy bien la lección.
Fútbol en la FIL: charla con alargue
Entre las muchas mesas de conversación organizadas por Chile en la FIL resultó particularmente amena y concurrida la que reunió al argentino Eduardo Sacheri -"El secreto de sus ojos"-, al chileno Francisco Mouat y al mexicano Juan Villoro, quien actuó de moderador, o árbitro. El tema: Literatura y fútbol. El público llenó rápidamente uno de los salones de mayor capacidad, y se dispuso a oír a los integrantes de la única mesa que contaba con casi dos horas para desarrollarse -a diferencia de todas las demás, que disponían de 50 minutos-. "Como un partido de fútbol con alargue", dijo Villoro, entrando inmediatamente a la cancha, donde según él se sentía al lado de Messi o Maradona, en referencia a Sacheri, y de Reinoso o Caszely, por el autor chileno. Divertida, inteligente, y con unos pases impecables entre estos tres escritores y cronistas fanáticos del fútbol, la mesa sacó aplausos y carcajadas; también emoción, como cuando Sacheri recordó a su padre, quien murió cuando él tenía diez años, pero con el que compartió el fútbol y la pasión por el Club Atlético Independiente. "El fútbol fue nuestro gran tesoro compartido", dijo. Mouat llevaba varios libros para entrar en materia. Así, mezclando la vida con las lecturas, la conversación logró concitar tanto interés como un buen partido de fútbol, aunque aquí no se necesitaba ser hincha.
Operación Parra
La decisión se tomó muy tempranamente. El homenajeado en la FIL sería el antipoeta Nicanor Parra. Y hacia allá se encaminaron los esfuerzos. El resultado fue la exposición "Obras públicas", montada en el Instituto Cabañas, en el centro de Guadalajara, y un catálogo de lujo con el mismo nombre y prólogo de Patricio Fernández, en el que se reunieron a todo color sus artefactos. El curador fue Ignacio Echevarría, quien asumió en toda su magnitud la tarea de promover a Parra en México. A esto se sumó una edición especial de The Clinic, dedicada a Nicanor, y que el Consejo de la Cultura pidió reimprimir con este propósito. Ocho grandes montones estuvieron desde el día de la inauguración en el pabellón chileno. El segundo día le pusieron un cartel con el precio (alrededor de 5.000 pesos chilenos), porque la gente creía que era un regalo. A mitad de semana, Pablo Dittborn consideró que se veían poco, y él mismo se encargó de poner algunos en los mesones, mientras, en broma, Sergio Parra lo increpaba.
De los grandes poetas muertos se dijo poco, o nada. Hubo una mesa en torno a Gabriela Mistral, en la que se exhibió la película de María Elena Wood; el viernes, Raúl Zurita dedicó una charla a Neruda, y el nombre de Huidobro se escuchó en algunas mesas. De Gonzalo Rojas, amigo de Octavio Paz y muy querido en México, sólo estuvieron sus libros. El Fondo de Cultura Económica, en cuyo stand había una fotografía gigante suya junto a otros autores internacionales -también Diamela Eltit-, desistió de presentar en la FIL su obra completa, "Integra", y un breve ensayo titulado "Hambre de México". Preparan, en cambio, un gran homenaje a inicios del próximo año, en el DF.
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