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Reestreno en salas: "Casablanca": Tócala de nuevo, Sam


por Ernesto Ayala 

Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 2 de diciembre de 2012

Que una película tan convencional como "Casablanca" (1942) haya llegado tan lejos, es la prueba evidente de que el arte no tiene que ser original ni vanguardista ni siquiera virtuoso para ser gran arte. Un siglo de sucesivas vanguardias nos ha hecho creer que solo aquellas obras que desafían las normas establecidas, que dan preeminencia a la forma sobre el fondo, son las que valen la pena. El resto son frivolidades, arte comercial, expresiones industriales. Al parecer, no está tan claro. Suerte, azar, la poesía también se escapa y florece en tierra más áridas, donde nadie lo espera.
Casablanca fue hecha bajo los rígidos estándares de la principal industria de espectáculos del mundo. Siempre fue pensada como una película tipo A, con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, dos de las principales estrellas del momento. Dirigía Michael Curtiz, un aplicado artesano de la industria, que antes de 1942 había recibido ya cuatro nominaciones al Oscar (premio que solo ganaría con "Casablanca"), pero que más que destacarse por el brillo o la elocuencia de su películas, se destacaba por hacer correctamente su trabajo en la Warner, de una manera perfectamente adecuada al sistema de estudios que regía en la época.
"Casablanca" hoy, de hecho, refleja en cada plano la mediocridad, o mejor dicho, la medianía con que Curtiz filmaba. Planos abiertos cuando es estrictamente necesario para situar una escena, cerrados cuando se requiere centrar la atención. Mucho acercamiento sobre los rostros para "intensificar" la emoción que revelan sus actores. La puesta en escena es muy básica y no hay ningún encuadre que sea realmente inspirado, menos aún memorable, ni que hablar de canónico. La fotografía en blanco y negro tiene momentos expresivos, hay que reconocerlo, pero ella es responsabilidad del director de fotografía Arthur Edeson más que de Curtiz.
Y sin embargo, "Casablanca" funciona, y, como dice el crítico Andrew Sarris, es el más feliz de los accidentes felices y la más enfática excepción a la teoría del autor. ¿Por qué? Es un misterio difícil de desentrañar y mucha tinta se ha derramado al respecto.
Una explicación frecuente es referirse a la sincronía de los astros, donde cada parte sumó. La correcta dirección de Curtiz permitió que brillara guión muy solvente, con las adecuadas cuotas de humor, sarcasmo y donde las tintas están tan poco cargadas que incluso los nazi se ven como caballeros. Sumemos a eso que Bogart y la Bergman hicieron lo que mejor saben hacer; él, del clásico héroe norteamericano: desencantado, duro, excéptico, cansado, alcohólico, que bajo tanto callo tiene, sin embargo, un corazón que aún late; ella, de la mujer sana, leal, correcta, que, a pesar de las apariencias, está dispuesta a entregarse a una gran pasión. Sumen a eso una galería de estupendos personajes secundarios, que le dan tensión y textura a cada escena y peso a cada diálogo.
Todo esto está muy bien, pero hay cientos de películas que cumplieron con estos requisitos y que hoy nadie recuerda. Soy de la idea de que uno de los secretos de "Casablanca" es que desarrolla una trama que, en el fondo, enfrenta dos fantasías que el común de las películas fusiona: el amor y la épica. En la película más tradicional, el protagonista debe enfrentar mil dificultades para obtener a la amada, de manera tal que al final no es sólo un enamorado sino un héroe. En "Casablanca", en cambio, una pareja de amantes vuelve a encontrarse después de muchos años de separación, y cuando tienen la oportunidad de por fin consolidar su amor, lo sacrifican por un bien mayor, la humanidad, amenazada por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. La cinta sabe ponernos primero del lado de los amantes, por supuesto, pero luego también logra convencerlos de que su sacrificio no solo vale la pena, sino que es necesario. Y al hacer prevalecer al sacrificio sobre el amor, nos vemos envueltos por calor tibio, puro, estoico pero reconfortante, del heroísmo. Aunque hoy sabemos que con o sin el sacrificio de Bogart y la Bergman, Hitler hubiera perdido la guerra igual -es decir, presenciamos un sacrificio en vano-, no podemos dejar de conmovernos por la belleza que emana de toda la situación.
CASABLANCADirección: Michael Curtiz
Con: Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid y Claude Rains.
País: Estados Unidos, 1942.
Duración: 102 minutos.

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