Padre Raúl Feres
Sacerdote Schoenstatt
Diario El Mercurio, domingo 2 de diciembre de 2012
http://diario.elmercurio.com/2012/12/02/vida_social/mas/noticias/A6105E79-97F7-4113-9D60-404781116E9A.htm?id={A6105E79-97F7-4113-9D60-404781116E9A}
Se inicia el año litúrgico con este tiempo tan especial del Adviento, preparación a la Navidad. Para nosotros, creyentes, señala un camino de esperanza y anhelos, porque viene el Señor, recordando su primera venida en la pobreza de Belén y disponiéndonos a la segunda en gloria y majestad. Es un llamado a despertar y emprender un camino de fe hasta encontrarnos con Él. Los signos de término de este mundo que señala el Evangelio de hoy sólo quieren ser el preámbulo de este Cristo, que aparece "sobre una nube lleno de poder y de gloria" (Lc. 21,25-28.34-36). Será el tiempo de nuestra verdadera liberación. Para alcanzarla hemos de estar vigilantes, especialmente a través de la oración. Estos 4 domingos simbolizados en la corona de Adviento con sus cuatro cirios nos permiten ejercitarnos en este camino de espera anhelante del Mesías.
La historia humana no termina con una ruina total, sino con la presencia de Cristo, germen de vida nueva (Evangelio). Adviento es espera, pero no del final catastrófico de este mundo, sino de Jesús, que viene a recrear lo que estaba perdido. Por eso, no hay que dejarse llevar por esos falsos profetas de calamidades que pronostican el final y el fracaso. Sólo el Padre sabe cuándo será ese día.
El "año de la fe" nos llama a centrar toda nuestra vida en Cristo y es precisamente a Él a quien celebramos como salvador del mundo.
Y en la segunda lectura (1 Tes. 12- 4,2), San Pablo nos llama a crecer en el amor mutuo, desde la fuerza que sólo viene de Dios. La presencia de Dios permite superar las barreras que dividen a los seres humanos.
Hace algunos días se congregaron unas 600.000 personas para contemplar un desfile de grandes figuras evocadoras de los regalos de Navidad. Sin duda que detrás de eso se esconde la angustia y el anhelo de tantos corazones necesitados de fraternidad, amor y de la familia. Y allí sólo Jesús puede responder plenamente a esos sentimientos.
El Adviento despierta y fortalece la esperanza de un mundo nuevo y mejor, de la verdadera y auténtica felicidad. La Virgen María, a quien celebramos el próximo 8 de diciembre como la
Purísima, nos invita a reencontrarnos con Jesús, su Hijo, a quien va a dar a luz en la Navidad, para alegría de toda la humanidad. Con ella imploramos "Ven, Señor Jesús"
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