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¿Qué hacer con Bolivia?

Joaquín García Huidobro
Domingo 10 de Junio de 2012



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Chile obtuvo un nuevo respaldo diplomático, al conseguir que las naciones americanas volvieran a reconocer su tesis de que el problema de la salida al mar boliviana era un asunto bilateral, que es la posición que siempre ha mantenido nuestra Cancillería. Tenemos el apoyo político, el potencial bélico, una economía más sólida, un siglo de historia, un tratado bilateral a nuestro favor y una mejor diplomacia. Hasta el influyente periodista peruano Aldo Mariátegui se ha hecho eco de esta situación desmedrada de Bolivia, al escribir: "Si los bolivianos quieren salir al Pacífico, pues que se hagan peruanos o chilenos".
¿Qué más cabría pedir en un conflicto internacional? Los chilenos no parecemos albergar dudas acerca de la fortaleza de nuestra posición. En caso de emergencia, nos basta con abrir "Adiós al Séptimo de línea" para secretar altas dosis de adrenalina patriótica y quedar fortalecidos en nuestras convicciones.
Bolivia, por su parte, sin quererlo, colabora a favor de nuestra causa, ya que al emplear una constante retórica antichilena y mantener rotas las relaciones diplomáticas, quita cualquier incentivo para que revisemos nuestra posición.
Los chilenos creemos disponer de los argumentos que nos permiten salir del paso cuando un extranjero nos pregunta por el tema: Bolivia suscribió libremente un tratado, y la salida al mar no es económicamente relevante, ya que ese país tiene acceso a los puertos chilenos y peruanos. Además, ¿no nos muestra el caso de Suiza que un país mediterráneo puede alcanzar un altísimo desarrollo económico?
Sin embargo, las cosas no son tan simples, porque Bolivia no es Suiza ni su relación con el mar es puramente económica.
La cuestión marítima tiene que ver con lo más profundo de la identidad boliviana, por más que hagamos como si no nos diésemos cuenta. Pero, ¿podremos decir siempre lo mismo, también en 50, 100 o 200 años más? ¿O llegará un día en que una alteración en las relaciones de poder o el simple cambio generacional lleven a que los chilenos empecemos a pensar distinto, y adoptemos soluciones emocionales que quizá resulten poco convenientes para nuestros intereses?
El acceso al mar es una dolorosa llaga, que les recuerda diariamente a los bolivianos que tuvieron tiempos mejores, en que miraban con cierto desprecio a la Capitanía General de Chile, que no tenía ni el tamaño de sus ciudades, ni su cultura ni su riqueza. El apoyo que todavía mantienen Evo Morales y su proyecto de reinado de 500 años tiene que ver con el hecho de que él ha activado esas zonas más profundas del alma boliviana, ese deseo íntimo de grandeza que todos tenemos y que en el caso de nuestros vecinos ha sufrido casi dos siglos de humillación, con muy pocas excepciones.
Evo Morales es el nuevo General Santa Cruz, que ha conseguido dar al país un norte, una determinada articulación política, aunque sea al costo de, en los hechos, suprimir tanto la democracia liberal como la economía de mercado, que, dicho sea de paso, son para Bolivia unos productos extranjeros, sin especial arraigo histórico.
En este contexto, Chile tiene dos posibilidades. La primera es la que siempre hemos mantenido: pensar que con ingenio, autosuficiencia y superioridad económica y bélica, el problema boliviano se limitará a un exabrupto de vez en cuando, que no pasará a mayores, porque los demás países tienen el pragmatismo suficiente como para no tener dudas acerca de qué amistad les resulta más conveniente.
La otra posibilidad consiste en aprovechar el momento propicio para explorar una solución más permanente, precisamente porque estamos en condiciones óptimas para negociar, no sólo por el desnivel de las posiciones, sino porque un acuerdo de esta naturaleza sólo se puede alcanzar con un gobierno nacionalista de izquierda, como el de Morales.
Como es impensable pretender que Chile se divida en dos, la única solución factible es la que propuso nuestro país en 1975, es decir, entregar un corredor soberano en la actual zona fronteriza con el Perú (naturalmente con una compensación territorial para Chile), lo que exige la aquiescencia peruana. ¿Y cómo convencer a Perú para que acceda a esta solución? Este es un problema difícil, pero afortunadamente nuestro país contará con una ayuda importante para resolverlo: Bolivia.

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