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Juan Andrés Fontaine "El caso chileno es una buena experiencia para Europa"



Juan Andrés Fontaine dice que la crisis de 1982 tiene similitudes con el escenario de España y Grecia, y plantea que las medidas tomadas por Chile en esa época pueden ser una referencia.
A Juan Andrés Fontaine le ha tocado seguir las crisis económicas de cerca. En 1984, con 30 años, asumió como jefe de estudios del Banco Central, mientras Chile buscaba recuperarse de los efectos del shock de 1982 y 1983. Y entre 2010 y 2011, estuvo pendiente de las fluctuaciones en Europa como ministro de Economía de Sebastián Piñera.
El análisis del economista y consejero de Libertad y Desarrollo es que ambos escenarios presentan similitudes importantes, y que para el Viejo Continente puede ser útil estudiar la forma en que Chile encaró el escenario hace treinta años. “Cómo se manejó la crisis de deuda externa, cómo se manejó el ajuste fiscal, cómo se manejó la renormalización del sistema financiero, son todas cosas que tienen interés”, señala.
- ¿Hay similitudes entre el cuadro que enfrentó Chile en 1982 y la crisis europea?
-Hay similitudes y diferencias. Una similitud es que, a junio de 1982, se había mantenido por tres años una definición por parte del gobierno de tener el tipo de cambio fijo a 39 pesos de forma indefinida. Ese instrumento era un ancla de la estabilidad. En el caso europeo, los países afectados, como Grecia, España, Portugal y otros han hecho del euro su ancla de estabilidad. Y al haber entonces renunciado a tener una moneda propia, han renunciado también a la posibilidad de devaluar su moneda.
-¿El escenario global es similar?
-Lo nuestro en 1982 también se da en el contexto de una recesión internacional, que había comenzado en Estados Unidos entre 1980 y 1981, con una fuerte alza de tasas de interés de entonces protagonizada por el Banco Central estadounidense para frenar la inflación y que se había traducido en un corte de financiamiento hacia América Latina; países que estaban con alto endeudamiento y sufriendo simultáneamente, así como sufren ahora los países de la periferia europea, un gran recorte a la entrada de capitales y la necesidad de ajustarse a ello.
-¿Y eso qué implica?
-Hacer ese ajuste con cambio fijo es sumamente difícil, porque exige una gran caída en la actividad económica y una gran caída en los costos de producción internos, normalmente a partir de primero rebajar la inflación a cero y después pasar a una inflación incluso negativa, o caídas al menos de los salarios. Y eso toma mucho tiempo y conlleva una gran paralización económica. 
-¿Cuáles son las diferencias?
-En primer lugar, esto ocurre en una situación mundial actual en la que en general las tasas de interés nominales y reales son muy bajas. Hay ambiente de escándalo cuando la tasa nominal de la deuda española llega al 6 ó 7%, y eso significa una tasa real del orden de 5% para papeles de largo plazo. En nuestro caso, las tasas de interés reales para papeles de corto plazo el 82, antes de la devaluación, estaban en 30, 40 o 50% real. O sea, la crisis que vivimos en esa época fue de una magnitud varias veces superior al terremoto que viven hoy día en Europa.
-¿Y en cuanto al tipo de cambio fijo?
-Nosotros adoptamos la decisión de fijar el precio del dólar en forma unilateral, mientras que lo que ha hecho Europa es en el conjunto de una unión monetaria y, en consecuencia, siempre con la expectativa de que la “tía rica” de la comunidad, que es Alemania, finalmente suelte algún financiamiento. Y el mercado está fluctuando entre momentos de pesimismo, cuando creen que la tía está mirando al techo, o momentos de optimismo, cuando la ven un poquito más sensibilizada.
-¿La situación de los bancos en Europa podría ser comparable a lo que ocurrió en Chile?
-Es bastante parecida. Los procesos de eliminación del riesgo de cambio en forma artificial tienden a provocar un gran endeudamiento. Una gran bonanza previa, porque la estabilidad crea el clima apropiado para hacer negocios y para endeudarse, para consumir y comprar nuevos productos con deuda. Entonces, eso crea una gran expansión del crédito, una gran burbuja en que sube el precio de los activos; por ejemplo, los bienes raíces y las acciones. Y eso mismo alimenta más endeudamiento para comprar más y hacer las ganancias de capital correspondientes. Si una de estas burbujas estalla, las carteras crediticias de los bancos se ven muy afectadas. 
-¿Es parecido a lo que pasa en España?
-En el caso español, por ejemplo, los bancos están muy afectados por créditos otorgados para financiamiento inmobiliario, ya sea para desarrollo inmobiliario o para compra de viviendas. En el caso de Grecia, más bien por préstamos al Estado. El caso chileno de 1982 era más bien parecido al español, con créditos al sector privado.
-Hoy día hay una gran discusión en España sobre el rescate a los bancos. ¿Le parece que la experiencia chilena avala que el Estado lo haga?
-Yo creo que cuando se desata un pánico, cuando se desata una crisis de confianza, es inevitable. Es algo que uno siempre quiere evitar, pero finalmente las circunstancias obligan a actuar. Así ocurrió también en septiembre de 2008 en Estados Unidos, después de la caída de Lehman Brothers.
-¿Le parece que la experiencia chilena es un referente de que hay que intervenir?
- Yo creo que, llegado el caso, hay que hacerlo, y hay que hacerlo bien. Y lo más importante no es eso, sino cómo se sale. El caso chileno es una buena experiencia de cómo salir de una crisis cambiaria y financiera gravísima, como fue la del 82. 
-Cuando habla de “buena salida”, ¿en qué piensa?
-Creo que fue crucial para Chile el salir adelante, una vez ya superado el primer momento de la crisis, con políticas que impulsaran el ahorro, tanto del gobierno como del sector privado, para fomentar la inversión. Y políticas que impulsaran la eficiencia, con privatización, con apertura de la economía hacia la exportación.
-¿Y en términos de regulación del sector financiero?
-En 1986 se dictó una modificación de la Ley de Bancos, muy importante para establecer un sistema bancario con más resguardos que evitaran crisis como la que habíamos vivido. Eso podría ser útil. Con motivo de ese traspié que vivimos en 1982, que en algún minuto pareció que echaba por tierra nuestro experimento de economía de libre mercado que era bastante joven, hubo todo un análisis en Chile en torno a cómo regular los bancos, que es en buena medida aplicable a la discusión que hoy se está teniendo en Europa y Estados Unidos.

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