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Cine: Un país en ruinas



Hay películas que se justifican por una sola actuación. Es el caso de El año del tigre, la nueva película de Sebastián Lelio (La sagrada familia, Navidad), donde Luis Dubó, ese eterno secundario de muchas cintas chilenas, se embarca en una travesía extrema.
Así, el relato sigue la fuga de Manuel (Dubó), un preso que la madrugada del 27 de febrero de 2010 aprovecha de escapar de la cárcel en Chillán. Con un instinto de urgencia, Lelio registró lugares como Duao, Iloca y Curepto pocas semanas después del terremoto. Pese a todos los registros ya conocidos, la fotografía de Joan Littin es lo suficientemente potente como para que la devastación  nos siga golpeando. 
La primera parte  es desoladora y lo mejor de la película: casi sin diálogos, el paisaje, como en el mejor western o el cine de Glauber Rocha, se apropia de la narración. Y ahí lo vemos. Dubó/Manuel corriendo por un campo de trigo, recortado por una luna llena fatídica. Caminando entre las ruinas de su casa arrasada por el tsunami. Cavando la tumba de su madre con la tapa de una olla. Respirando como un animal herido, como ese tigre enjaulado con el que se topa y al que reconoce como un igual. Sólo el encuentro de Manuel con un campesino (un gran Sergio Hernández ) -otro  solitario sin familia y portador de un discurso religioso que atribuye el terremoto a un castigo divino- marcará un punto de quiebre en esta travesía solitaria. Pronto comprendemos que Manuel es un hombre que ya no tiene un lugar en el mundo. Y cuando terminen los créditos, la actuación de Dubó seguirá resonando, como el espejo de ese país en ruinas.
“El año del tigre”, de Sebastián Lelio.

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